quarta-feira, 1 de outubro de 2008

27° Domingo do Tempo Comum (Pe. Antonio Geraldo Dalla Costa)

A Vinha do Senhor...

Estamos no mês de Outubro, dedicado ao ROSÁRIO
e às MISSÕES, com o Tema: "VIDA para todos".

A Liturgia continua o tema da VINHA,
que representa Israel, o povo eleito,
precursor da Igreja, o novo Povo de Deus.

Na 1ª Leitura, Isaías, com o "Cântico da Vinha",
destaca o amor de Deus pelo seu Povo. (Is 5,1-7)

É um lindo poema composto pelo profeta,
talvez a partir de uma canção de vindima.
Através do profeta (o trovador), Deus (o Amigo) julga seu povo (a vinha), descrevendo o amor de Deus e a resposta do Povo.

- Um agricultor escolheu o terreno mais adequado,
escolheu cepas da melhor qualidade,
tomou todos os cuidados necessários.
- O sonho dele era a colheita dos frutos do seu trabalho...
- Mas a decepção foi grande: só deu uvas azedas...
"Que mais poderia eu ter feito por minha vinha e não fiz?"
- Reação: Seu amor se transforma em ódio: derruba o muro de proteção,
permite que os transeuntes a pisem livremente e que o inço tome conta...

* Os Frutos, que o Senhor esperava, eram "o direito e a justiça". Ao invés, viu:
- Uvas amargas: pecados, infidelidade, opressão, mentiras,
- Muitas manifestações religiosas solenes, sem uma verdadeira adesão a Deus.
Daí o castigo de Deus: a invasão dos assírios e depois dos babilônios,
que destruíram a vinha e deportaram os israelitas como escravos.

Na 2ª Leitura, São Paulo apresenta uma lista de virtudes humanas,
que os cristãos devem cultivar na própria Vinha.
São esses os frutos que Deus espera da sua "Vinha". (Fl 4,6-9)

No Evangelho, Jesus retoma e desenvolve o poema da VINHA. (Mt 21,33-43)

- Um Senhor planta uma vinha com todo o cuidado e tecnologia necessária e
a confia a uns vinhateiros, conhecedores da profissão.
- Chega o tempo da vindima, manda buscar a colheita e vem a surpresa.
Não entregam os frutos e maltratam os enviados...
Não respeitam nem o próprio filho do dono. Chegam a matá-lo.
- A "Vinha" não será destruída, mas os trabalhadores serão substituídos...

* A parábola ilustra a recusa de ISRAEL ao projeto de salvação de Deus.
- A Vinha é o Povo de Deus (Israel).
- O Dono é Deus, que manifestou muito amor pela sua vinha.
- Os vinhateiros são os líderes do povo judeu...
- Os enviados são os profetas... o próprio Cristo "morto fora da vinha".

- Resultado: A "vinha" será retirada e confiada a outros trabalhadores,
que ofereçam ao "Senhor" os frutos devidos e
acolham o "Filho" enviado.
- Reação do Povo: tentam prender Jesus,
pois percebem que a Parábola se refere a eles...

+ Quem são esses "outros", aos quais é entregue a Vinha?
Somos todos nós, membros do novo Povo de Deus, a Igreja,
que tem a missão de produzir seus frutos,
para não frustrar as esperanças do Senhor na hora da colheita.
- Que tipo de frutos está faltando?

Os homens do tempo de Isaías e também de Jesus eram muito piedosos,
zelosos nas práticas religiosas, no culto, nos sacrifícios no templo,
no respeito do sábado...
Mas não foi da falta disso que Deus se queixou...

- Isaías resume muito bem a queixa de Deus nas palavras do dono da vinha:
"Esperei deles justiça, e houve sangue derramado;
esperei retidão de conduta e o que ouço são os gritos de socorro
de gente que foi explorada e maltratada..."

* Será que isso acontecia só no passado?

Ainda hoje devemos testemunhar diante do mundo,
em gestos de amor, de acolhimento, de compreensão, de misericórdia,
de partilha, de serviço, a realidade do Reino, que Jesus veio propor.
Não podemos reduzir tudo a apenas umas práticas religiosas?

+ Os guardas da vinha quiseram até se transformar em "Donos"...

* Esse perigo não pode estar presente ainda hoje em nossas comunidades?

+ Deus nunca desiste de sua obra de amor e salvação!
Uma Verdade consoladora, mas também um Alerta:
Diante do fracasso com alguns... Deus não desiste...
Mas Ele recomeça com outros...
- Será que Deus está satisfeito dos frutos que estamos produzindo?

+ O Mundo, Vinha do Senhor!...
Nesse Mês missionário, somos convidados a renovar com Deus a Aliança,
que traz "VIDA PARA TODOS OS POVOS".
- Que frutos estamos produzindo para a realização do Reino de Deus?
Se hoje não somos missionários, não é esse um sinal
de que estamos sendo maus vinhateiros.
Não significa um desprezo para com a Vinha do Senhor?

Nesse caso: "O Reino também nos será tirado e
entregue a outros que produzam frutos".
Pe. Antônio Geraldo Dalla Costa

Domingo 27 del Tiempo Ordinario

A Jesucristo le gustaba tomar las imágenes del trabajo y de su tierra para configurar sus parábolas. Así a veces nos hablaba de rebaños, ovejas y pastores, y otras veces nos hablaba de viña, vid y uvas.

En el Evangelio de hoy nos habla de una viña suya, que arrendó a unos viñadores mientras se iba de viaje (Mt. 21, 33-43). Cuando llegó el momento de la vendimia o cosecha de las uvas, envió a sus empleados a cobrar la parte que le tocaba, pero los viñadores mataron uno a uno a cada empleado que fue enviando en dueño.
Decidió luego enviarles a su hijo, pensando que a ése sí lo respetarían, pero muy por el contrario, lo asesinaron también -nos dice la parábola- para eliminar al heredero y quedarse con la propiedad.

Jesús hablaba en ese momento a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo de Israel. Y al final del cuento les hace saber que siendo ellos el pueblo elegido, por rechazar a cada uno de los enviados de Dios y también al Hijo de Dios, el Reino de Dios será dado “a un pueblo que produzca frutos”.
Como una explicación adicional a la parábola, Jesús da otro símil: “la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular”. Cristo, aunque rechazado es la piedra angular (la base de la construcción).
Jesús es lapiedra angular
Por supuesto, ese pueblo que rechazó a todos los enviados de Dios (los profetas) y los mató, y terminó matando al Hijo de Dios, fue el pueblo de Israel, aunque algunos judíos, de manera individual, comenzando por los Apóstoles y discípulos, sí aceptaron a Jesús como el Mesías. Lo aceptaron también los 3.000 que se bautizaron en Pentecostés. Y a San Pablo, que era judío, el Señor lo envió a predicar a los no-judíos. Y los Apóstoles, siguiendo la instrucción del Señor, fueron por todos los rincones de la tierra, predicando para que todos los pueblos acogieran el mensaje de salvación que había traído el Mesías esperado. Así, a la Iglesia de Cristo, se fueron añadiendo judíos y no-judíos, haciéndose entonces católica, es decir, universal.
Por cierto, hay algunos judíos que en estos momentos están dándose cuenta que Jesús es el Mesías prometido y que la Iglesia Católica es la continuación del pueblo de Israel.
En la página web:
www.salvationisfromthejews.com, vemos el testimonio muy impresionante de un Judío que recientemente se ha hecho Católico:
“Si yo era Judío antes, que esperaba y oraba por la venida del Mesías, ¿no soy más Judío aún ahora que estoy adorando y sirviendo al mismísimo Mesías? ¡Simplemente pasé de ser un Judío que estaba ‘en la oscuridad’ a un Judío que conoce la Verdad! Un Judío es mucho más Judío al reconocer y enamorarse del Mesías Judío, pues ése es precisamente el propósito y el centro del Judaísmo”. (Roy Schoeman)
En efecto, si analizamos bien, cuando un Judío se une a la Iglesia Católica, no deja de ser Judío: pasa del Pueblo de Dios escogido, el Israel del Antiguo Testamento, al nuevo Pueblo de Dios, a la Iglesia fundada por el Mesías esperado, la Iglesia Católica.
Rosalyn Moss dice que ella es más Judía después de haberse hecho Católica: "Hacerse católico es la cosa mas judía que se puede hacer". (Rosaly Moss por mucho tiempo evangelizó como laica dentro de la Iglesia Católica, pero recientemente fundó en la Diócesis de Saint Louis, Missouri una congregación religiosa católica, con el nombre de “María Esperanza de los Judíos”).
Ahora bien, en nuestro tiempo el Señor puede hacer la misma acusación al nuevo pueblo de Israel, que es hoy la Iglesia por El fundada. El Señor puede hacer esa acusación a cada uno de los miembros de su Iglesia, a cada uno de nosotros cristianos de este comienzo de milenio.
Y la acusación no sólo es para la Iglesia en su conjunto, sino para cada uno de nosotros sus miembros. El Señor puede hacer esa acusación a cada uno de nosotros cristianos de este comienzo de milenio.
¿Somos mejores nosotros que los que estaban ante Jesús en aquel momento?
El Señor nos dice que nos ha elegido para que demos fruto y nuestro fruto permanezca (Jn. 15, 16). Así quiere que cada uno de nosotros seamos una viña fructífera que dé buenos frutos. Nos da todo lo necesario, tal como nos cuenta el Profeta Isaías en la parábola que aparece en la Primera Lectura y que es preludio de la de Jesús: “removió la tierra, quitó las piedras y plantó en ella vides selectas ... y esperaba que su viña diera buenas uvas” (Is. 5, 1-7).

Dios nos dice: “¿Qué más puedo hacer por mi viña que yo no lo hiciera?” El Señor nos está diciendo que nos da todo, nos da todo lo que nuestra alma necesita para dar frutos de santidad, para dar frutos de caridad, para dar lo que El espera de nosotros.
¿Cuáles son los frutos esperados? San Pablo enuncia algunos de los frutos del Espíritu: “amor, alegría, paz; paciencia, comprensión de los demás, bondad, fidelidad; mansedumbre y dominio de sí” (Gal. 5, 22). Todas éstas son virtudes que fluyen de la caridad.
Los frutos son todas esas cosas buenas de que nos habla San Pablo en la Segunda Lectura: “Aprecien lo que es verdadero y noble, cuanto hay de justo y puro, todo lo que sea virtud”. Y dando frutos podemos vivir como nos dice el Apóstol: en paz, en la paz verdadera. “La paz de Dios, que sobrepasa toda inteligencia, custodie sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús” (Flp. 4, 6-9).
Y bien lo dice Pablo: la paz de Dios no viene de la inteligencia. Es más: la sobrepasa. La paz verdadera viene de vivir en Dios y dar frutos. No puede lograrse a voluntad, sino que nos es dada por Dios.
Ante la insistencia del Señor a que demos fruto, cabe preguntarnos ¿damos fruto? ¿damos fruto bueno? ¿Aprovechamos todas las gracias que Dios nos da para ser como El desea que seamos? ¿Somos realmente lo que El desea que seamos?
¿Cómo dar fruto? Para dar fruto hay que permanecer unidos a El, hay que permanecer en la vid. “Yo soy la Vid y ustedes los sarmientos. Si alguien permanece en Mí y Yo en él, produce mucho fruto, pero sin Mí nada pueden hacer” (Jn. 15, 5).
Permanecer en Jesús para poder dar futos
También usa el Señor el símil de la vid, las ramas y las uvas, para explicar cómo hace fructificar más a quienes ya dan fruto. “Toda rama que dé fruto, será podada para que dé más fruto” (Jn. 15, 2). Es el anuncio de purificación para el cristiano que está dando fruto. Con la poda, su fruto será abundante y durará, tal como sucede a la planta que es podada. La poda duele, ciertamente, pero es necesaria para que la rama se haga frondosa.
Esta frase es la respuesta al cristiano confuso por el sufrimiento: ¿por qué a mí, Señor? El Señor ya nos respondió en su Evangelio: para que des más fruto.
Y a los que no den fruto, ¿qué les sucede? “Yo soy la Vid verdadera y mi Padre el Viñador. Si alguna de mis ramas no produce fruto, El la corta” (Jn. 15, 1). Significa esto que los que no den fruto, serán cortados de la Vid.
Las parábolas del Señor son para enseñarnos y para advertirnos. Su advertencia no se deja esperar en la parábola del Evangelio de hoy. A los que no den fruto les será quitado el Reino de Dios y se le dará a un pueblo que produzca frutos”.
¿Qué significa esto? Que los que no den fruto no podrán heredar lo que El tiene prometido a aquéllos que sí den fruto.
El Reino de Dios es la vida en Dios. Es la felicidad perfecta que Dios tiene preparada para aquéllos que den fruto. El Reino de Dios puede comenzar aquí en la tierra -es cierto- pero llega su plenitud en la eternidad.
Pero el Señor advierte que el Reino de Dios no será para los que no den fruto. Que se les quite el Reino de Dios, como advierte Jesús al final de esta parábola, a los que no den el fruto esperado, significa que no tendrán derecho a vivir en su Reino ni aquí, ni en la eternidad.
El Salmo 79 es un Salmo que nos presenta la imagen de la vid, la cual Cristo repite en su Evangelio. El pueblo de Israel es la vid sacada de Egipto, que es llevada a la Tierra Prometida y que se expande bajo el Rey David. Con preguntas el salmista reconoce el castigo (debido a la infidelidad de la idolatría). Luego suplica que proteja a la cepa plantada y al renuevo cultivado por Dios. Al final se muestra un pueblo que aleccionado por el castigo, promete enmendarse.

São Basílio (c. 330-379), monge e bispo de Cesareia, na Capadócia, doutor da Igreja Homilia 5 sobre o Hexâmeron, 6

Dar fruto
O Senhor está permanentemente a comparar a alma humana com uma vinha: «O meu amigo possuía uma vinha numa colina fértil» (Is 5, 1), «Plantou uma vinha, cercou-a com uma sebe» (Mt, 21, 33). É, evidentemente, à alma humana que Jesus chama a Sua vinha, foi a ela que cercou, como se fosse uma sebe, com a segurança que proporcionam os Seus mandamentos e a protecção dos Seus anjos, porque «o anjo do Senhor assenta os seus arraiais em redor dos que O temem» (Sl 33, 8). Em seguida, ergueu em nosso redor uma paliçada, estabelecendo na Igreja «primeiro, apóstolos, segundo, profetas, terceiro, doutores» (1 Cor 12, 28). Por outro lado, através dos exemplos dos homens santos de outrora, eleva-nos os pensamentos, não os deixando cair por terra, aonde mereciam ser pisados. Deseja que os abraços da caridade, quais sarmentos de uma vinha, nos liguem ao nosso próximo e nos levem a repousar Nele. Assim, mantendo permanentemente o impulso em direcção aos céus, elevar-nos-emos como vinhas trepadeiras, até aos mais altos cumes.O Senhor pede-nos também que consintamos em ser podados. Ora, uma alma é podada quando afasta para longe de si os cuidados do mundo, que são um fardo para o nosso coração. Assim, aquele que afasta de si mesmo o amor carnal e a ligação às riquezas, ou que tem por detestável e desprezível a paixão pela miserável vanglória, foi, por assim dizer, podado, e voltou a respirar, liberto do fardo inútil das preocupações deste mundo.Mas – e mantendo ainda a linha da parábola – não podemos produzir apenas lenha, ou seja, viver com ostentação, ou procurar os louvores dos de fora. Temos de dar fruto, reservando as nossas obras para as mostrarmos ao verdadeiro agricultor (Jo 15, 1).