quinta-feira, 18 de outubro de 2007

ORA/PERSEVERANCIA

Muchos, al oír hablar de perseverancia, piensan inmediatamente en la machaconería, en repetir fórmulas y palabras; nunca en esa oración más profunda de encuentro silencioso, iluminador, con la verdad de Dios que nos revela nuestra propia verdad y nos esclarece la situación humana. Es ésta la oración que es indispensable y necesaria, porque es el clima en que nace y madura la fe y la vida.
La oración fortalece la esperanza cristiana, que no podemos confundir con la simple espera de algo que quizá se realice. La esperanza cristiana consiste en la certeza de conseguir algún día en plenitud y para siempre, lo añorado en lo más íntimo y verdadero de nuestro corazón, a pesar de todas las situaciones y contradicciones que hagan difícil mantener esta actitud. Una esperanza que respeta el "tiempo de Dios", pero que lleva a trabajar para adelantarlo.
Si la oración es la forma habitual de alimentar nuestra comunión con Dios y con los hombres, dejar de orar es exponernos a su lejanía, dejar de tener el "sentido de Dios" en los acontecimientos. Si la oración es tan importante para el hombre, ¿nos extrañaremos de la ausencia de Dios y de la radical injusticia en una sociedad que no reza? (...).
FRANCISCO BARTOLOME GONZALEZ

29° Domingo do Tempo Comum - O juiz iniquo e a viúva

O juiz iníquo e a viúva
Na caminhada de Jesus rumo a Jerusalém, a parábola da viúva e do juiz iníquo introduz um novo elemento: a oração. O protagonista é o juiz que não teme a Deus (Lc 18,3) e não se importava com as pessoas. A protagonista oposta é a viúva (Lc 18,3), objeto de atenção especial por sua condição desprotegida e fraca na sociedade (cf. Ex 22,21-23). Como tal, ficava exposta aos abusos legais e judiciais pelo fato de não poder pagar nem subornar. A exigência que a viúva faz ao juiz é expressa no pedido: "Faça-me justiça contra o meu adversário" (Lc 18,3). Tratava-se, possivelmente, de uma questão de herança ou de pagamento de uma dívida. Pequenos casos que o juiz, com boa vontade, podia resolver. Ele protelava a sentença favorável à viúva, talvez por comodismo ou pela importância social do devedor com quem o magistrado não queria se indispor. A justiça, nos homens da lei, desde longa data, está comprometida. O profeta Amós gritara contra essa situação (cf. Am 8,4-8). Miquéias acusara os homens da lei e as autoridades por atuarem e decidirem sempre em favor de seus interesses (Lc 3,1-11). Agindo assim, eles se perpetuam no poder e conseguem sustentar sua influência entre as pessoas (cf. Lc 16,1-13). Os pobres (representados pela viúva), por não possuírem dinheiro, normalmente não têm poder de barganha, de influência e menos ainda de decisão. Na perspectiva do juiz iníquo, os tribunais da justiça acabam se transformando em cenários férteis de injustiça e lugares onde quem possui privilégios recebe mais, e quem tem poucos está espoliado até de seus direitos. A viúva tinha tudo para desistir, mas insiste e persiste em que seu processo seja julgado. Ela não tinha dinheiro para comprar, tanto menos para comprometer a justiça. Porém, o homem da lei vê-se obrigado a pronunciar a sentença para não continuar sendo molestado pela persistência da mulher (Lc 18,5). A parábola conclui-se revelando a eficácia da oração: se o juiz iníquo se deixou dobrar aos pedidos insistentes da viúva, o que dizer de Deus, o justo juiz, ao ouvir as súplicas de seus filhos? Esta parábola é muito atual. A viúva persistente é o símbolo das pessoas desprotegidas. Teoricamente protegidas pelas leis, mas na prática enfrentam toda espécie de dissabores. Dificilmente o pequeno e o fraco (as viúvas de hoje) têm vez na sociedade. Quem não possui cartão de crédito nem dispõe de boas relações conhece a triste realidade das intermináveis filas e o cansaço de horas de espera. Aos pobres, não resta alternativa senão serem persistentes. A perseverança é uma das únicas portas existentes para que os pequenos da sociedade sejam ouvidos e atendidos. Diante da injustiça dos homens, cabem aos pobres a perseverança e a confiança em Deus. Em meio às dificuldades, a tentação é de lançar mão dos mesmos métodos dos ricos e dos poderosos. Mas a justiça definitiva cabe a Deus. O fato de alguém não ser atendido questiona a intensidade da fé e o conteúdo da oração. O que pedimos a Deus? Será que o que solicitamos corresponde a seus desígnios e ao nosso bem espiritual? Na prática, porém, a vinda do Reino e sua implantação demoram. Deus tarda em fazer justiça a seus eleitos. O Senhor vem em socorro de quem está a caminho, alimentando suas forças e coroando de êxito seus esforços na implantação do Reino de justiça e de paz. A oração perseverante ajudará os discípulos e missionários a fazer do continente latino-americano modelo de justiça e de paz!

DOMINGO 29 del Tiempo Ordinario - Ciclo "C" -

Las Lecturas de hoy nos hablan de la perseverancia en la oración. Vemos a Moisés en la Primera Lectura (Ex. 17, 8-13) con las manos en alto en señal de súplica al Señor. Mientras Moisés oraba el ejército de Israel vencía; si las bajaba, sucedía lo contrario. Llegó un momento que ya Moisés no pudo sostener sus brazos y tuvo que ser ayudado.
El Evangelio (Lc. 18, 1-8) nos habla de una parábola del Señor, en la cual nos presenta un Juez injusto que no quiere saber nada de una pobre viuda que lo busca para que le haga justicia contra su adversario. Y el inhumano Juez termina por acceder a las insistentes y perseverantes peticiones de la pobre mujer.
Jesús usa este ejemplo para darnos a entender que Dios, que no es como el Juez inhumano e injusto, sino que es infinitamente Bueno y Justo, escuchará nuestras oraciones constantes, insistentes y perseverantes.
Sin embargo, recordemos que debemos saber qué pedir y cómo pedir a Dios. Hace poco las Lecturas nos hablaban de que si pedíamos Dios nos daba: “Pidan y se les dará”. Pero debemos recordar lo que decía ese texto al final: “Dios dará cosas buenas a los que se las pidan” (Mt. 7, 11).
¿Qué significa esto de “cosas buenas”? Significa que debemos saber pedir lo que Dios nos quiere dar. Y estar confiados en que es Dios Quien sabe qué nos conviene. Esas “cosas buenas” son las cosas que nos convienen.
¿Por qué parece que Dios a veces no responde nuestras oraciones? Porque la mayoría de las veces pedimos lo que no nos conviene. Pero, si nosotros no sabemos pedir cosas buenas, El sí sabe dárnoslas. Por eso la oración debe ser confiada en lo que Dios decida, y a la vez perseverante. A lo mejor Dios no nos da lo que le estamos pidiendo, porque no nos conviene, pero nos dará lo que sí nos conviene. Y la oración no debe dejarse porque no recibamos lo que estemos pidiendo, pues debemos estar seguros de que Dios nos da tooodo lo que necesitamos.
Sin embargo, no podemos dejar de notar la pregunta de Cristo al final de este trozo del Evangelio. ¿Qué significa esa frase sobre si habrá Fe sobre la tierra cuando vuelva a venir Jesucristo?
Esta frase sobre la Fe y Segunda Venida de Jesucristo “pareciera” estar como agregada, como fuera de contexto. Pero no es así. Notemos que habla el Señor sobre “sus elegidos, que claman a El día y noche”.
Si nos fijamos bien, no hubo cambio de tema, pues a la parábola sobre la perseverancia en la oración, sigue el comentario de que Dios hará justicia a “sus elegidos, que claman a El día y noche”. De hecho, el tema que estaba tratando Jesús antes de comenzar a hablar de la necesidad de oración constante era precisamente el de su próxima venida en gloria (cf. Lc. 17, 23-37).
Esa oración perseverante y continua que Jesús nos pide es la oración para poder mantenernos fieles y con Fe hasta el final ... hasta el final de nuestra vida o hasta el final del tiempo.
Sin embargo, el cuestionamiento del Señor nos da indicios de que no habrá mucha Fe para ese momento final. Es más, en el recuento que da San Mateo de este discurso escatológico nos dice el Señor que si el tiempo final no se acortara, “nadie se salvaría, pero Dios acortará esos días en consideración de sus elegidos” (Mt. 24, 22).
¿Qué nos indica esta advertencia? Que la Fe va a estar muy atacada por los falsos cristos y los falsos profetas que también nos anuncia Jesús. Que muchos estamos a riesgo de dejar enfriar nuestra Fe, debido a la confusión y a la oscuridad (cf. Mt. 24, 23-29).
Es una advertencia grave del Señor, que nos indica que debemos estar siempre listos para ese día de la venida en gloria del Señor -o para el día de nuestro paso a la otra vida a través de nuestra muerte. Es una advertencia para que roguemos perseverantemente porque seamos salvados, en ese día en que el Señor vendrá con gran poder y gloria para juzgar a vivos y muertos.
Sabemos que por parte de Dios la salvación está asegurada, pues Jesucristo ya nos salvó a todos con su Vida, Pasión, Muerte y Resurrección. Pero de parte de nosotros se requiere que mantengamos nuestra Fe y que la mantengamos hasta el final.
De allí que Jesús nos dé el remedio para fortalecer nuestra Fe y para que esa Fe permanezca hasta el final: la oración, la oración perseverante y continua, sin desfallecer.
Pero, sin duda, la pregunta del Señor “¿creen ustedes que habrá Fe sobre la tierra cuando venga el Hijo del hombre?” nos invita una seria reflexión ... Cabe preguntarnos, entonces, ¿cómo está nuestra Fe?
¿Es una Fe que nos lleva a la esperanza de la Resurrección y la Vida Eterna? ¿O es una Fe que está esperando en el nefasto e irrealizable mito de la re-encarnación?
¿Es una Fe segura o es una fe que coquetea con las últimas novelerías escritas justamente para que nuestra Fe se vaya debilitando?
¿Es una Fe que confía en Dios o que confía en las fuerzas humanas?
¿Es una Fe que nos hace sentir muy importantes e independientes de Dios o es una Fe que nos lleva a depender de nuestro Creador, nuestro Padre, nuestro Dios?
¿De verdad tenemos la clase de Fe que el Señor espera encontrar cuando vuelva?
Y si para tener esa Fe que requerimos para el final, la receta es la oración, cabe preguntarnos también: ¿Cómo es nuestra oración?
¿Es frecuente, perseverante, constante, sin desfallecer, como la pide el Señor para que nuestra Fe no decaiga?
¿Cómo oramos? ¿Cuánto oramos?
¿Está nuestra oración a la medida de las circunstancias?
Porque ... pensándolo bien ... considerando como están las cosas en el mundo, “¿creen ustedes que habrá Fe sobre la tierra cuando venga el Hijo del hombre?”
El Salmo 120 es un himno al poder de Dios y a la confianza que debemos tener en El. Cantamos al Señor, que es Todopoderoso, pues, entre otras cosas, “hizo el Cielo y la tierra”. Y confiamos en El, pues “está siempre a nuestro lado ... guardándonos en todos los peligros ... ahora y para siempre”
La Segunda Lectura (2 Tim. 3,14 - 4,2) nos pide también firmeza en la Fe (“permanece firme en lo que has aprendido”), seguridad en la Sabiduría que encontramos viviendo la Palabra de Dios. Y además nos habla de la necesidad de la Fe para la salvación (“la Sagrada Escritura, la cual puede darte la Sabiduría que, por la Fe en Cristo Jesús conduce a la salvación”).
Pero, adicionalmente, nos habla de la obligación que tenemos de comunicar esa Fe contenida en la Palabra de Dios. Y esa obligación deriva de la necesidad que hay de anunciarla en atención -precisamente- a la Segunda Venida de Cristo: “En presencia de Dios y de Cristo Jesús, te pido encarecidamente que, por su advenimiento y por su Reino, anuncies la Palabra”.
De allí la importancia de leer la Palabra de Dios, de meditarla, de orar con la Palabra de Dios y, encontrando en ella la Sabiduría, poderla vivir nosotros y mostrarla a los demás con nuestro ejemplo y con nuestro testimonio “a tiempo y a destiempo, convenciendo, reprendiendo y exhortando con toda paciencia y sabiduría”.
En resumidas cuentas, las lecturas de hoy nos invitan a orar, a orar con perseverancia para pedir para nosotros y para todos la Fe que Jesucristo quiere encontrar cuando vuelva.