quarta-feira, 30 de abril de 2008

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR (www.mercaba.org)

«Apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del Reino de Dios». Los cuarenta días en el A. y NT representan un período de tiempo significativo, durante el cual el hombre o todo un pueblo se encuentra recluido en la soledad y en la proximidad de Dios para después volver al mundo con una gran misión encomendada por Dios. Con el acontecimiento de la Ascensión se termina una serie de apariciones del Resucitado. ¿Dónde estaba Jesús durante los cuarenta días después de Pascua, cuando se aparecía a sus discípulos? ¿Estaba solitario en algún lugar de Palestina del que salía de cuando en cuando para ver a sus discípulos? ¡NO! Jesús estaba ya «junto al Padre» y «desde allí» se hacía visible y tangible a los suyos. Junto al Padre estaba ya desde su resurrección y con nosotros permanece aún después de subir al Padre. En la Ascensión no se da una partida, que da lugar a una despedida; es una desaparición, que da lugar a una presencia distinta. Jesús no se va, deja de ser visible. En la Ascensión Cristo no nos dejó huérfanos, sino que se instaló más definitivamente entre nosotros con otras formas de presencia. «Yo estaré siempre con vosotros hasta la consumación de los siglos». Así lo había prometido y así lo cumplió. Por la Ascensión Cristo no se fue a otro lugar, sino que entró en la plenitud de su Padre como Dios y como hombre. Y precisamente por eso se puso más que nunca en relación con cada uno de nosotros.
Por esto es muy importante entender qué queremos decir cuando afirmamos que Jesús se fue al cielo o que está sentado a la derecha de Dios Padre.
La única manera de convertir la Ascensión en una fiesta es comprender a fondo la diferencia radical que existe entre una "desaparición y una partida. Una partida da lugar a una ausencia. Una desaparición inaugura una presencia oculta.Por la Ascensión Cristo se hizo invisible: entra en la participación de la omnipotencia del Padre, fue plenamente glorificado, exaltado, espiritualizado en su humanidad. Y debido a esto, se halla más que nunca en relación con cada uno de nosotros.
Si la Ascensión fuera la partida de Cristo deberíamos entristecernos y echarlo de menos. Pero, afortunadamente, no es así. Cristo permanece con nosotros "siempre hasta la consumación del mundo". En la Biblia, la palabra cielo no designa propiamente un lugar: es un símbolo para expresar la grandeza de Dios. S. Pablo dice: "subió a los cielos para llenarlo todo con su presencia" (Ef/04/10), es decir, alcanzó una eficacia infinita que le permitía llenarlo todo con su presencia.
"Encielar" a Cristo es como desterrarlo, es perderlo. Su ascensión es una ascensión en poder, en eficacia, y por tanto, una intensificación de su presencia, como así lo atestigua la eucaristía. No es una ascensión local, cuyo resultado sólo sería un alejamiento. No olvidemos que el relato de los Hch de los apóstoles es mucho más el relato de la última parición de Cristo que la fecha de su glorificación.
Mientras tanto ¿qué hacer? Esta es la cuestión fundamental: ¿Y ahora, qué?
-Vivir la certeza de que Él «está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo». Que la Encarnación es un gesto de Dios irreversible. Está, pero de otro modo. Y los apóstoles necesitaron semanas para comprender y hacerse a la idea. Es el sentido de lo sorprendente de cada «aparición». Reconocerle en tantas mediaciones: Iglesia, comunidad, sacramentos, eucaristía, hermanos... Encontrar al Señor en todo y de tantas maneras.
La Ascensión es la plenitud de la Encarnación. Cuando se hizo carne no se pudo encarnar más que en un solo hombre, al que asumió personalmente el Verbo de Dios. Pero mediante la Ascensión, por la fuerza del Espíritu que lo resucitó de entre los muertos, se hace «más íntimo a nosotros que nosotros mismos», de tal modo que Pablo pudo decir «vivo yo, pero no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí».
..................................
Durante su ida mortal Jesús vivió la condición corporal y sus limitaciones en espacio y tiempo. Cuando estaba sentado en casa de Lázaro y de sus hermanas, no estaba en otra parte. Y cuando dormía, envuelto en su manto, cerca de sus discípulos al borde del lago, no estaba en ellos, como lo estuvo después. Por ello, la Ascensión aparece no como una ausencia de Jesús que haría legítima su tristeza, sino como una modificación de su presencia: la presencia corporal, sin dejar de ser corporal, muere a cierta manera de ser, para realizarse totalmente, es decir. para llegar a ser más interior y más universal.
Podríamos decir que en el cuerpo glorificado de Jesús se realizan las promesas al cuerpo humano. Lo que prometía, en el encuentro personal, deja de impedirlo. Este es el verdadero cuerpo humano. Para nosotros, el cuerpo es lo que nos hace presentes, pero al mismo tiempo limita y sabotea esta presencia de la persona. Con razón escribía Blondel: «Es una extraña soledad el que los cuerpos y todo lo que se ha podido decir de la unión no es nada para el precio de la separación que causan» (L’Action, t. Il. pág. 262).
Pero en el cuerpo glorificado de Jesús se realiza lo que no nos habríamos atrevido a esperar. Jesús se hace inmediatamente presente a los que ama, y se une a ellos allí donde ellos son justamente ellos mismos, se hace interior a ellos. Y, por otra parte, se hace simultáneamente presente a todos, sin limitaciones espacio-temporales. Así, el misterio de Jesús aboliendo ciertas formas de presencia corporal para tener junto a nosotros una presencia más interior y más universal, es a la vez el sentido de una experiencia humana vivida y la promesa de que esta experiencia será salvada y colmada para los que la vivan en la fe.
...................................
-No quedarnos «ahí plantados mirando al cielo». Volver a la ciudad, al trabajo... pero siendo sus testigos aquí y allá. Que la memoria de Jesús no sea nostalgia ni simple recuerdo, sentimiento intimista inoperante, intrascendente. Sino impulso de seguirle hacia los hombres, hacia el Reino. La Ascensión es una invitación al realismo cristiano y no una evasión a un falso cielo deseado. Los ángeles invitan a mirar a la tierra y preparar su vuelta aquí entre los hombres. La fe es una alienación si uno se despreocupa del mundo. Pero esta fe alienante está condenada por los mismos ángeles: «Galileos, qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse». Teilhard de Chardin: «La fe en JC se podrá en el futuro conservar o defender sólo a través de la fe en el mundo».
...............................
Nos ha resultado más cómodo ubicar a Xto, el Hijo de Dios, a la derecha del Padre en el cielo, que hacer sitio al Hijo del hombre en nuestro mundo y por encima de nuestros intereses. Creer en Dios no es muy difícil, sobre todo si lo situamos en el cielo. Lo difícil -y eso es el cristianismo- es aceptar que Dios se ha hecho hombre, que es hombre, que vive y está con nosotros, precisamente en el prójimo. Eso es difícil de creer, porque eso nos compromete y nos complica la vida, cuestionando nuestra seguridad, nuestro bienestar, nuestro progreso frente al riesgo, malestar y subdesarrollo de tantos millones de Xtos vivientes... en los que no creemos y a los que olvidamos y rechazamos.
...............................
Y se vuelven a Jerusalén con la alegría metida en el alma.
..............................
Es todo un programa de vida. Y para ello:
-»Seréis bautizados con Espíritu Santo». Esta será la fuerza de Dios en nuestra debilidad. Uno se sorprende al ver la serenidad, la ciencia y fortaleza de aquellos primeros discípulos, pescadores temerosos y desalentados; ¡cómo cambió su suerte! Durante esta semana pidamos con insistencia la venida del Espíritu Santo.

Ascensão do Senhor (Pe. Antônio Geraldo Dalla Costa)

"A Caminho do Pai..."

Com a festa da ASCENSÃO, que hoje comemoramos,
queremos celebrar:
- O Final da Missão terrena de Cristo,
- O Início da Missão salvadora da Igreja.

As Leituras lembram o fato, embora narrados com pormenores diferentes
e até contraditórios.

Na 1ª Leitura, Lucas, após uma apresentação inicial,
introduz o tema da despedida de Jesus
Sublinha a Vinda do espírito Santo e o Testemunho
que os discípulos vão ser chamados a dar "até os confins da terra". (At 1,1-11)

Na 2ª leitura, São Paulo define a relação entre Cristo e a Igreja:
Formamos com Ele um "Corpo" destinado à Vida Plena. (Ef 1,17-23)

Por isso, devemos viver uma comunhão total com ELE,
e com todos os nossos irmãos.

O Evangelho descreve o encontro final entre Jesus e os discípulos e
o envio dos discípulos em Missão pelo mundo. (Mt 28,16-20)

* A Igreja de Cristo é, essencialmente, uma Comunidade MISSIONÁRIA,
cuja missão é testemunhar no mundo a proposta de salvação e de libertação
que Jesus veio trazer aos homens e deixou nas mãos e no coração dos discípulos.
- Essa missão tem duas características:
. É universal: destinação a "todas as nações".
. A Iniciação cristã tem duas fases: O Ensino e o Batismo.
Começava-se pela Catequese, cujo conteúdo
eram as palavras e os gestos de Jesus.
Quando os discípulos estavam informados da proposta,
vinha o batismo, que selava a íntima vinculação do discípulo
com o Pai, o Filho e o Espírito Santo.
- Jesus garante que está sempre com os discípulos "até ao fim dos tempos".

+ Os detalhes da narrativa
não devem ser tomados ao pé da letra; são mais simbólicos.
- 40 dias é um número simbólico que define o tempo necessário
para que um discípulo possa aprender e repetir as lições do mestre;
- A elevação ao céu expressa a exaltação total de Jesus;
- A nuvem manifesta e esconde o Mistério de Deus, Cristo ausente e presente;
- Os dois homens vestidos de branco indicam que o testemunho vem de Deus;
- Os discípulos com o olhar fixo no céu lembram a expectativa da comunidade
na espera da segunda vinda de Cristo.
+ Contradições: quando (logo ou depois); onde (em Jerusalém ou na Galiléia);
40 dias mesmo depois da ressurreição?

+ Ressurreição, Ascensão, Pentecostes: 3 Momentos distintos?
ou momentos catequéticos de um único Mistério de fé: a Páscoa do Senhor:
- Na Ressurreição: A Liturgia destaca sua VITÓRIA sobre a morte...
- Na Ascensão: Sua EXALTAÇÃO como Senhor do céu e da terra,
e a entrega de sua missão à comunidade eclesial, através dos apóstolos...
- No Pentecostes: A Ação do ESPÍRITO SANTO na Igreja,
que começa a sua atividade missionária de novo Povo de Deus...

* A ASCENSÃO não é uma narrativa histórica,
mas uma encenação literária da exaltação de Jesus...
com muitas semelhanças da subida de Elias ao céu no carro de fogo...

Sentido da festa:

1. A Ascensão de Cristo reforça a ESPERANÇA de nossa Ascensão.
O nosso Amanhã: "Eu vou preparar um lugar... para que..."

2. A Ascensão nos lembra que somos ENVIADOS de Cristo
para continuar e completar a sua obra...
Não podemos ficar parados, olhando para o céu...
Devemos Hoje ser discípulos e fazer discípulos...
E Cristo nos garante:
"Estarei convosco todos os dias, até ao fim dos tempos mundo..."

3. Mas esse trabalho não dependerá apenas de nossas forças...
Por isso os envia a Jerusalém
"para aguardar o Espírito Santo, reunidos em oração,
com Maria, mãe de Jesus".

* Como Maria e os apóstolos reunidos no cenáculo,
devemos REZAR e invocar o Espírito Santo.
Cristo já tinha afirmado: "Sem mim nada podeis fazer..."
Por isso, a igreja não começa com a Ação... mas com a Oração,
com Maria, Mãe de Jesus (e da Igreja)...

+ Cristo PARTE, mas PERMANECE
- no amor recíproco na COMUNIDADE,
- e no AMOR DE MÃE, que celebraremos no próximo domingo
A Igreja nasce com o amor de mãe e continua com amor de mãe...

Canto: Ide anunciar minha paz, ide sem olhar para trás,
estarei convosco e serei vossa luz na missão.

A Ascensão de Jesus (Frei Faustino Paludo, ofm cap.)

Neste domingo, fazemos memória da Ascensão do Senhor aos céus, vivendo o sentido mais profundo da Ressurreição. Já que Jesus se fez servo, o Pai o eleva como Senhor de tudo e de todos. Em seu senhorio, todo o universo encontra seu sentido e sua referência. Após a Ressurreição, o Filho de Deus apareceu aos discípulos e, à vista deles, elevou-se aos céus, a fim de nos tornar participantes da sua divindade. O Evangelho nos traz o último encontro de Jesus com os discípulos e as palavras finais a eles dirigidas. O texto situa o encerramento de sua missão terrena e a investidura missionária dos discípulos em uma montanha da Galiléia, local indicado pelo próprio Mestre. Como território limítrofe com as outras nações, a região é o ponto de partida para a missão universal. Israel rejeitou o Messias e sua mensagem; daquele momento em diante, o anúncio da Boa-Nova é dirigido aos gentios. Os discípulos iniciarão a pregação do Evangelho a partir do mesmo lugar em que Jesus havia começado a vida pública. Os destinatários serão os pobres das nações."No alto monte" é o lugar que mostra como a despedida do Mestre e o envio missionário dos discípulos se efetuaram na esfera do Espírito. O local recorda a trajetória missionária de Jesus, onde venceu a tentação do poder, da concentração e do desejo de sucesso. No monte, Ele proclamou as bem-aventuranças e se transfigurou. Ao vê-lo, os discípulos "se prostraram", isto é, reconheceram e aderiram na fé à divina realeza do Mestre ressuscitado. O Evangelista acena que "alguns duvidaram". Mais que falta de fé e de maior percepção da prática de Jesus, o contexto revela o natural "medo do risco e do compromisso missionário". Jesus agia como Aquele a quem Deus confere seu poder: como ressuscitado, Ele detém "toda a autoridade no céu e sobre a terra". Notemos que a autoridade foi conquistada por Jesus como servo, fazendo o bem a todos e obedecendo à vontade do Pai até as últimas conseqüências. Associa à sua missão aqueles quem escolhera e lhe foram fiéis no seguimento: envia-os, dizendo: "Vão e façam com que todos os povos se tornem meus discípulos". Os meios pelos quais os povos todos se tornarão discípulos do Mestre são o batismo em nome da Trindade e a catequese (a iniciação) cuja finalidade é a implantação do Reino. Jesus não encarrega os discípulos a ensinar apenas doutrinas, mas pede-lhes que suscitem uma prática coerente com a acolhida da Boa-Nova do Reino. "O mesmo e único Espírito guia e fortalece a Igreja no anúncio da Palavra, na celebração da fé e no serviço da caridade" (DocA. 151). O Evangelho de Mateus se encerra com a solene afirmação de Jesus: "Eis que eu estarei com vocês todos os dias, até o fim do mundo". Mateus, que iniciou o Evangelho apresentando Jesus como o Deus-conosco (Mt 1,23), conclui mostrando-o continuamente vivo e presente na comunidade de seus discípulos. Assim, a Ascensão não é sinônimo de afastamento do mundo, mas sim garantia da presença de Jesus Ressuscitado na história, a caminho da plenitude do Reino. A glorificação de Cristo torna-se, outrossim, nossa esperança. Por isso, a Igreja reza, neste dia: "Ó Deus, fazei-nos exultar de alegria e fervorosa ação de graças, pois, membros de seu Corpo, somos chamados na esperança a participar de sua glória" (Oração da Coleta).

Ascensão do Senhor

A Festa da Ascensão de Jesus, que hoje celebramos, sugere que, no final do caminho percorrido no amor e na doação, está a vida definitiva, a comunhão com Deus. Sugere também que Jesus nos deixou o testemunho e que somos nós, seus seguidores, que devemos continuar a realizar o projecto libertador de Deus para os homens e para o mundo. O Evangelho apresenta o encontro final de Jesus ressuscitado com os seus discípulos, num monte da Galileia. A comunidade dos discípulos, reunida à volta de Jesus ressuscitado, reconhece-O como o seu Senhor, adora-O e recebe d'Ele a missão de continuar no mundo o testemunho do «Reino». Na primeira leitura, repete-se a mensagem essencial desta festa: Jesus, depois de ter apresentado ao mundo o projecto do Pai, entrou na vida definitiva da comunhão com Deus – a mesma vida que espera todos os que percorrem o mesmo «caminho» que Jesus percorreu. Quanto aos discípulos: eles não podem ficar a olhar para o céu, numa passividade alienante; mas têm de ir para o meio dos homens, continuar o projecto de Jesus. A segunda leitura convida os discípulos a terem consciência da esperança a que foram chamados (a vida plena de comunhão com Deus). Devem caminhar ao encontro dessa «esperança» de mãos dadas com os irmãos – membros do mesmo «corpo» – e em comunhão com Cristo, a «cabeça» desse «corpo». Cristo reside no seu «corpo» que é a Igreja; e é nela que se torna, hoje, presente no meio dos homens.
www.ecclesia.pt