quinta-feira, 13 de setembro de 2007

Domingo 24 del Tiempo Ordinario

Las Lecturas de este Domingo nos hablan del perdón del Señor. En la Primera Lectura (Ex. 32, 711.13-14) vemos a Moisés intercediendo por el Pueblo de Israel, al cual había sacado de la esclavitud en Egipto y poco después se había desviado del camino, yéndose a la idolatría, pues estaban adorando una estatua de metal. Dios deseaba castigar a ese pueblo “cabeza dura”, nos dice la Lectura. Pero Moisés pidió al Señor que no lo destruyera, y el Señor perdonó al Pueblo pervertido.
En la Segunda Lectura (1 Tim. 1, 12-17) tenemos la confesión de San Pablo a su discípulo Timoteo. En esa Carta San Pablo reconoce haber sido blasfemo y perseguidor de la Iglesia de Cristo. Y habla de cómo el Señor -a pesar de todo eso- le había tenido confianza para ponerlo a su servicio. San Pablo le asegura a Timoteo que “Cristo Jesús vino a este mundo a salvar a los pecadores”. Recordemos eso nosotros: el propósito de la venida de Cristo al mundo fue para buscar y salvar a los pecadores. Como hizo con Pablo, quien, en palabras de su Carta, se confiesa el más grande pecador.
El Evangelio (Lc. 15, 1-32) nos habla de tres parábolas de Nuestro Señor Jesucristo sobre el perdón a los pecadores. Son parábolas que muestran gráficamente cómo es la Misericordia Divina.
La primera: la de la oveja perdida. El Señor es el Pastor preocupado por una ovejita que forma parte de un rebaño de cien ovejas. Y el Pastor no descansa hasta que la busca, la encuentra herida, la cura, la monta sobre sus hombros y vuelve alegre a casa.
Esa es la actitud del Señor con cada pecador que se aleja -como se alejó del rebaño la oveja perdida. Lo busca, lo sana -es decir, lo perdona- y lo vuelve al redil. Eso hace el Señor cuando cada uno de nosotros se aleja por el pecado. Y -además- se alegra y hay gran celebración en el Cielo por cada pecador que se arrepiente y vuelve al camino ... por cada oveja que vuelve al redil.
La segunda es la de la moneda perdida, cuya dueña, a pesar de tener otras nueve monedas en su poder, mueve toda la casa hasta encontrar la moneda que se le había desaparecido. No falta el toque femenino: la mujer debe haber informado a todo el vecindario sobre su problema. De allí que, al encontrar su décima moneda reúne a amigas y vecinas para celebrar.
Por último el Evangelio narra esa bellísima parábola del hijo pródigo.
Ya oímos la historia: el hijo menor pide su herencia, se va de la casa del padre y malbarata todo el dinero. Queda sin siquiera que comer: no podía ni comer la comida de los cerdos. Y ante esa situación decide volver casa de su padre, arrepentido, ya no en calidad de hijo, sino de obrero. El padre -lejos de reprenderlo- (ya el hijo había recibido su lección) lo recibe con una gran fiesta para celebrar la vuelta del hijo perdido.
Por eso, recordando las palabras del hijo pródigo, hemos cantado en el Salmo: “Sí, me levantaré. Volveré junto a mi Padre”. Todos somos hijos pródigos cuando nos alejamos de Dios.
Y Nuestro Señor Jesucristo nos quiere hacer ver con esas parábolas de la oveja perdida y del hijo perdido, cómo es el perdón y la misericordia de Dios Padre. Son ¡tan grandes! ¡tan grandes! Que los hombres no somos capaces de comprenderlas. Como no la comprendía el hermano mayor del hijo pródigo, el cual quería justicia, no misericordia.
¡Claro! Son tan grandes el Amor y la Misericordia de Dios porque son ¡infinitas! ... como lo son todas las cualidades de Dios. A los ojos humanos esas actitudes divinas resultan hasta ilógicas.
El hijo mayor, que siempre estuvo en la casa, no entendía la actitud del padre. Los seres humanos tenemos esa misma visión corta sobre las fallas de los demás que tiene el hermano del muchacho que regresa.
Pero el Amor de Dios no tiene límites: perdona siempre. Pero sí tiene una condición: que estemos arrepentidos; es decir, que reconozcamos nuestra culpa.
A veces el Señor nos induce y nos ayuda a reconocer nuestras faltas. Nos busca como buscó a la oveja perdida, por montes y valles, hasta que nos encuentra y nos regresa. A veces nos deja la cuerda bien larga como al hijo pródigo. Con ése esperó que las circunstancias de la vida que había escogido lo hiciera ver sus errores. A veces tiene que usar formas diferentes.
Tal es el caso de un venezolano: el indio Coromoto. El 11 de septiembre se celebra la Fiesta de la Patrona de Venezuela, Nuestra Señora de Coromoto. Y vale la pena analizar aparición venezolana, pues ella contiene algunos detalles, que son importantes enseñanzas para todos.
El primer detalle es que es ésta la única aparición mariana en que la Santísima Virgen actúa como evangelizadora: envía a los indios a ser bautizados y a recibir instrucción religiosa.
En esta aparición la Virgen María cumple con el mandato de evangelización que su Hijo nos dejó antes de la Ascensión: “Hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos ... y enséñenles a cumplir todo lo que Yo les he encomendado” (Mt. 28, 19-10).
Otra característica sui-generis en esta aparición es la actitud del indio Coromoto: es el único caso que el vidente de una aparición de la Virgen se ha rebelado contra la “Señora”.
Sucedió que Coromoto no quería adaptarse a lo que la Señora le había pedido: ir al sitio de los blancos para recibir el Bautismo y así poder ir al Cielo. Coromoto no aguantaba estar sometido a un régimen sedentario y a una autoridad. Por eso decidió escaparse con sus indios; pero apenas había entrado en la selva, lo mordió una serpiente venenosa. Sólo estando moribundo, comenzó a arrepentirse, pidiendo a gritos el Bautismo.
Dios, que sabe cómo disponer sus planes, dentro de ese Amor y esa Misericordia, que son infinitos, y que pueden resultar incomprensibles a los ojos humanos, permitió esa situación de peligro mortal para que el rebelde Coromoto, una verdadera oveja perdida, recibiera el Bautismo de manos de un criollo que pasaba por el lugar.
Y Coromoto muere acabado de bautizar, perdonado por el Señor y -además- muere evangelizador como la “Señora”, pues antes de morir ordenó a sus indios que se mantuvieran con los blancos, para recibir la instrucción religiosa y ser bautizados para ser cristianos.
La historia de Coromoto, junto con las parábolas del Evangelio, nos recuerdan nuestra propia historia de rebeldía o de rebeldías contra Dios. Siempre queremos disponer nosotros cómo ha de ser nuestra vida. Y esa actitud de independencia ante Dios nos puede llevar al pecado y a irnos alejando de Dios, quizá sin darnos mucha cuenta.
Y Dios -en su Amor y en su Misericordia infinitos- nos llama y nos busca, de muchas maneras, para que le respondamos, para que nos arrepintamos, para El podernos perdonar. Dios siempre nos quiere perdonar. No nos busca para reprendernos, ni para castigarnos. Nos busca para perdonarnos.
En este Domingo dedicado a meditar sobre el perdón de Dios, pensamos en nuestras rebeldías, pensamos en nuestras faltas, pensamos en nuestros vicios y pecados. Acerquémonos a Dios, entonces, en el Sacramento de la Confesión, donde Cristo nos espera, para darnos su perdón de boca y de manos del Sacerdote.

DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO

1. SITUACIÓN LITÚRGICA.
Por segunda vez, en este ciclo de Lucas, la lectura evangélica propone la parábola del hijo pródigo, o de la misericordia del Padre. No obstante su presencia en este domingo tiene aspectos diversos de los que tenía en el cuarto domingo de Cuaresma. Entonces se leía únicamente la parábola del hijo pródigo; hoy, en cambio, se trata de las tres parábolas de la misericordia; incluso se sugiere la posibilidad de omitir la tercera. Entonces la lectura se hacía en el contexto del misterio de la reconciliación; hoy se hace en el interior del proceso de la lectura continua de Lucas, como una de las enseñanzas típicas recogidas por este evangelista, y plenamente integradas en su peculiar catequesis. Jesús es el salvador de los pecadores, y el cumplimiento de esta misión es motivo de alegría escatológica (nótese que se da cierto paralelismo entre esta afirmación y la que Jesús hace en relación con la misión de los setenta y dos, Lc 10,20). Pero la primera lectura acentúa sobre todo la misericordia de Dios para con su pueblo, y el salmo responsorial tiene como respuesta precisamente las palabras de arrepentimiento y conversión del hijo. Por ello, si se omitiera la lectura de la tercera parábola, el conjunto de las lecturas quedaría bastante inconexo. La segunda lectura -primer fragmento de 1 Tm- está probablemente seleccionada en función del evangelio: "Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores..."
CONTENIDO DOCTRINAL.-Es muy difícil que la predicación de hoy no se convierta en una repetición de la del cuarto domingo de Cuaresma, o de la del domingo undécimo (la pecadora del banquete del fariseo). Por eso habrá que precisar la orientación. La propuesta es la siguiente: Centrar la predicación en la misericordia de Dios, siguiendo la magnífica línea de la encíclica "Rico en misericordia". Es un tema que, como reconoce el mismo Juan Pablo II, "no tiene muy buena prensa". Dice el papa: "Es necesario que siempre se descubra el rostro genuino de la misericordia. A pesar de los múltiples prejuicios, se presenta particularmente necesaria en nuestros tiempos".
Es especialmente interesante -para la interpretación de las parábolas de la misericordia- el párrafo 6 de la Encíclica: "Reflexión particular sobre la dignidad humana". La tesis de este párrafo es que la misericordia, lejos de ser algo que "difama a quien la recibe y ofende la dignidad del hombre", es, en cambio, la recuperación de la dignidad humana, en la que el Dios creador y el hombre hijo de Dios se reencuentran en una misma alegría.
JUAN-PABLO-II "El padre es consciente de que se ha salvado un bien fundamental: el bien de la humanidad de su hijo. Aunque éste había dilapidado el patrimonio, ha quedado, sin embargo, salvada su humanidad. Más aún: de algún modo ésta se ha recuperado. En el mismo capítulo 15 del evangelio de san Lucas leemos la parábola de la oveja perdida y después la de la dracma recuperada. En ellas se pone siempre de relieve la misma alegría que en el caso del hijo pródigo. La fidelidad del padre a sí mismo está totalmente centrada en la humanidad del hijo perdido, en su dignidad. Así se explica por encima de todo la alegre conmoción por su regreso a casa".
El camino de la Iglesia es también un camino de penitencia, durante el cual el cristiano puede confiar constantemente en la misericordia de Dios. La misericordia -que tiene una incidencia peculiar en el sacramento de la penitencia- debe vivirse y recibirse con la alegría celestial de que habla el evangelio de hoy. Sería bueno insistir, siguiendo las indicaciones del Papa, en la importancia de este tema para la vida cristiana, y exhortar a los fieles a plantearse la participación en este sacramento.
REFERENCIA SACRAMENTAL.-Continuando la referencia a la encíclica "Rico en misericordia", se puede mostrar, con Juan Pablo II, que la resurrección de Jesús es la máxima manifestación de la misericordia divina, puesto que en ella se nos manifiesta el amor que es más fuerte que la muerte. Por este camino, la Eucaristía sigue poniéndonos a nuestro alcance este testimonio supremo, y nos invita a participar en él.
También entraría en la dinámica de la homilía destacar el carácter de fiesta a causa del perdón que es propio de la Eucaristía, explicar qué sentido tiene implorar la misericordia de Dios en la celebración.
PERE TENAMISA DOMINICAL 1983, 17

24° Domingo do Tempo Comum (Pe. Antônio Geraldo Dalla Costa)

De Braços Abertos

A Mensagem bíblica da liturgia de hoje nos fala
da MISERICÓRDIA de Deus para com os pecadores.
Deus ama sempre o homem infinitamente e
nem o pecado o afasta desse AMOR.

Na 1ª Leitura vemos a MISERICÓRDIA de Deus na infidelidade do Povo:
Após ter recebido inúmeros favores de Deus na Libertação do Egito,
o Povo entrega-se à idolatria, adorando um bezerro de ouro.
Moisés intercede. Deus perdoa e desiste de castigar. (Ex 32,7-11.13-14)

* O Bezerro de ouro não pretende ser um novo deus, mas uma "imagem"
de Javé, o que era proibido, para salvar a transcendência de Javé e
evitar os símbolos e imagens dos cultos pagãos...

Na 2ª Leitura: SÃO PAULO fala da MISERICÓRDIA de Deus para com ele:
Ele recorda o seu passado de perseguidor violento da Igreja.
Mas pela misericórdia de Deus, tornou-se um Apóstolo...
E hoje manifesta toda a sua alegria e gratidão
pelo que a graça e a misericórdia de Deus fez nele... (1Tm, 1,12-17)

No Evangelho: Jesus fala da MISERICÓRDIA de Deus
para com os Pecadores: (Lc 15,1-32)

- Na Introdução, os fariseus criticam Cristo
porque "acolhe gente de má fama e come com eles..."
- Essa crítica provoca a Resposta de Jesus
com as TRÊS PARÁBOLAS DA MISERICÓRDIA
que ilustram a atitude misericordiosa de Deus para com os pecadores,
- A Ovelha perdida - A Moeda perdida - O Filho pródigo (perdido)

+ Elas manifestam a Alegria de encontrar o que estava perdido;
A alegria é tão grande, que precisa ser partilhada com os outros;
É preciso festejar, tamanha é a felicidade.

+ Elas nos apresentam também Três Realidades:

1. A Existência do PECADO:

Apesar da tendência generalizada que nega qualquer forma de pecado,
devemos sustentar a existência do Pecado:
Nas leituras de hoje, encontramos vários exemplos:
- A IDOLATRIA dos judeus...
- A PERSEGUIÇÃO de Paulo
- A Atitude de INJUSTIÇA do Filho pródigo para com o Pai e
a vida desordenada com meretrizes...
- A negativa de PERDÃO do irmão mais velho...
- O PURITANISMO dos fariseus e escribas, que murmuravam...


2. A MISERICÓRDIA de Deus:

- O Pai respeita a liberdade do filho,
mesmo quando busca a felicidade por caminhos errados...
Continua a amar, a esperar ansiosamente o regresso do filho,
preparado para acolher com alegria e amor.
- Corre ao encontro, mesmo antes do filho pedir perdão...
- O Beijo revela o perdão, a acolhida, a alegria...
- A veste: manifesta que devolve a dignidade... uma vida nova
- O anel: simboliza o poder... é recebido "como filho", não como empregado...
- As sandálias: são próprias do homem livre, não do escravo...
- Festeja com a alegria o retorno.

* É a atitude de Deus para com os filhos afastados...
O Filho desprezou sua dignidade de filho,
o Pai nunca abandonou seu amor de Pai.

3. A CONVERSÃO do pecador.

Realmente o Pecado existe... Todo pecado é uma ofensa a Deus...
Mas a misericórdia de Deus é maior do que todos os nossos pecados...

Contudo supõe uma atitude de retorno: CONVERSÃO.
Assim entenderemos a preferência de CRISTO pelos pecadores,
que humildemente reconheciam suas culpas e
procuravam sinceramente uma conversão.
E compreenderemos também as censuras de Jesus aos fariseus,
representados na Parábola pelo filho mais velho, que não aceita perdoar...

Todos nós somos pecadores... quem mais e quem menos..
A Igreja não é feita de santos, mas de pecadores perdoados...
- A Liturgia afirma: "Somos povo santo e pecador..."
- S. Paulo: "Jesus veio salvar os pecadores e eu sou o primeiro deles". (1Tm 1,15)

Mas devemos estar empenhados num trabalho contínuo de conversão.
Se assim for, sempre seremos dignos do perdão de Deus.
Caso contrário, nem a confissão tem sentido para nós.

+ As Parábolas da misericórdia nos revelam um Deus que ama todos.
As transgressões dos filhos não anulam o Amor do Pai.
Se essa é a atitude de Deus, qual deve ser a nossa para com aqueles
que perderam o rumo ou que já não têm mais fé?
A Atitude de Cristo ou a dos fariseus? Do Pai ou do Filho mais velho?

Renovemos a nossa fé em Deus, Pai de bondade e misericórdia,
e fiquemos de BRAÇOS ABERTOS também para nossos irmãos.

“Alegrai-vos! Encontrei a ovelha perdida” (Pe. Luiz Carlos de OliveiraRedentorista)

Parábolas da alegria divina
A missão de Jesus tem por destinatários os abandonados. Todos são convocados, mas, a predileção de Jesus é por aqueles que, por si mesmos, não podem ir em busca dos bens da redenção. São as ovelhas perdidas da casa de Israel (Mt 10,6). Os fariseus, vendo os publicanos e pecadores aproximarem-se de Jesus para ouví-lo, criticam duramente: “Este homem acolhe os pecadores e faz refeição com eles” (Lc 15, 2). Fazer refeição era entrar em comunhão. ‘Os fariseus não admitiam os impuros à mesa, pois, jantar com os impuros é se contaminar e se tornar, com isso, “inimigo de Deus”’ (Pe. José Bortolini). No pensamento desses importantes fariseus e mestres na lei, os pensadores religiosos, Ele era um fora da lei. Embora fosse muito observante da lei, não interpretava a lei como eles. Jesus conta, então, as três parábolas dos perdidos: ovelha, moeda e o filho perdido, para mostrar o pensamento do Pai a respeito desta sua atitude. O pastor deixa no deserto as 99 e vai em busca da ovelha que se desgarrou. A ovelha fora do rebanho é totalmente impotente e não se resolve. O pastor põe em risco 99% do rebanho para salvar 1%. É muito ousado. E quanto fica feliz, quanto encontra a ovelha! Quanto maior é a miséria, maior é a misericórdia de Deus. Entre nós há muitos resquícios de farisaísmo. Estamos cultivando o mesmo sistema de puro e impuro. As pessoas pensam que Deus age porque somos bons e merecemos. Para conosco Deus age com sua bondade misericordiosa e não como um pagador de nossos bons esforços. Como Deus somos chamados a buscar o frágil. Aprendendo com DeusDeus sabe perdoar e buscar os perdidos. Ele não é como o irmão do filho que saíra de casa, se perdera, e é acolhido pelo com tanto entusiasmo pelo pai. O pai da parábola e o pastor da ovelha são imagens do Pai do Céu. Jesus, para exercer essa misericórdia do Pai, mistura-se e faz comunhão com os pecadores. É solidário. O pai, mesmo deixando o filho partir, não o tira de seu coração. Sempre está à espera. Quando o vê voltando todo arrebentado, sente compaixão. Esse é o sentimento de Deus para conosco, sobretudo para com os sofredores. O Pai não cobra, restitui toda a bela vida que o Filho tinha antes. E nós temos a idéia de um Deus que é justo e cobra todos os centavos de nossa dívida. O filho mais velho recusa até continuar ser irmão, pois diz: “esse teu filho”. O pai lhe devolve a fraternidade dizendo: “esse teu irmão”. Um pecador que se converta vale a fidelidade de tantos que não precisam de conversão. Pior, quando não crescem mais. É uma festa.Salvos pela misericórdiaHoje na Igreja temos que pensar em ter mais misericórdia de tantos que vivem situações insolúveis. Será que Jesus os condenaria? Não é o caso também de repensar nossas atividades pastorais e deixar um pouco de lado “as ovelhas sadias” para buscar as perdidas? Não é o caso de essas ovelhas que já se criaram e garantiram na fé, de se dedicarem mais os necessitados? Paulo se diz que foi salvo por misericórdia. Como já recebemos a misericórdia, alegremo-nos com o filho que volta. A atitude dos fariseus é condenada por Jesus. Deus não é assim: Ele é o Pai que ama e salva os filhos. Precisamos de uma Igreja que suje as mãos e se comprometa com os necessitados. Do contrário somos contrários ao evangelho de Jesus. Uma religião voltada só para si e seus costumes, não passou ainda para a mentalidade de Jesus. Cada celebração eucarística em um eco feliz da alegria do Pai que acolhe todos os filhos perdidos. Nossa Igreja tem portas abertas. Leituras: Êxodo 32,7-11.13-14;Salmo 50; 1 Timóteo1,12-17; Lucas 15,1-10.Ficha:1. A missão de Jesus tem por destinatários os abandonados. Por isso se mistura com os pecadores e é recusado tb ele pelos fariseus e doutores. Jesus conta então as parábolas da ovelha e moedas perdidas e a parábola do filho que se extraviara. O pastor, imagem de Deus, deixa as 99 ovelhas no deserto, com riscos e vai atrás do 1% perdido. Jesus nos ensina a superar o farisaísmo do puro e impuro e ir buscar os pecadores. 2. Deus sabe buscar e perdoar os perdidos. Não é como o irmão que recusa o irmão que retorna da miséria. Jesus, para exercer a misericórdia, mistura-se com os pecadores. O Pai está sempre à espera e se comove quando nos vê sofridos. Deus não tem uma atitude de cobrança com os que voltam. Sente compaixão e abraça, acolhe, dá o direito à vida. E faz festa. 3. Paulo se sente um beneficiado da misericórdia. Assim também a Igreja deve continuar a exercer a misericórdia, tendo coragem de deixar de cuidar só das ovelhas gordinhas e ir em busca das perdidas. Mesmo os cristãos bem resolvidos na vida cristã devem assumir a atitude misericordiosa de Jesus e ir em busca das ovelhas perdidas. A Igreja precisa se comprometer.

Deus à procura do homem perdido (Santo Ambrósio)

Sobre o evangelho de S. Lucas, 7, 207
Deus à procura do homem perdido

Como a fraqueza dos homens não é capaz de manter um ritmo firme neste mundo escorregadio, o bom médico mostra-te os remédios contra os desvios, e o juiz misericordioso não recusa a esperança do perdão. Não foi sem motivo que S. Lucas apresentou três parábolas em sequência: a ovelha que se tinha perdido e que foi encontrada, a moeda que estava perdida e se encontrou, o filho que estava morto e regressou à vida. É para que este triplo remédio nos comprometa a cuidar das nossas feridas... A ovelha cansada foi trazida pelo pastor; a moeda extraviada foi encontrada; o filho volta para trás e regressa ao encontro do pai no arrependimento do seu desvario... Alegremo-nos, pois, pelo facto de que esta ovelha que se tinha perdido em Adão seja reerguida em Cristo. Os ombros de Cristo são os braços da cruz; foi lá que depus os meus pecados, foi sobre esse madeiro que encontrei repouso. Aquela ovelha é única na sua natureza, mas não nas suas pessoas, porque todos nós formamos um só corpo mas somos muitos membros. É por isso que está escrito: "Vós sois o corpo de Cristo e membros dos seus membros" (1 Co 2,27). "O Filho do homem veio para salvar o que estava perdido" (Lc 19,10), quer dizer, todos os homens, uma vez que "todos morrem em Adão, tal como todos revivem em Cristo" (1 Co 15,22)... Também não é indiferente que esta mulher se alegre por ter encontrado a moeda: é que nesse moeda figura a imagem de um príncipe. De igual modo, a imagem do Rei é o bem da Igreja. Nós somos ovelhas: peçamos então ao Senhor que nos conduza à água do descanso (Sl 22,2). Nós somos ovelhas: peçamos as pastagens. Nós somos a moeda: guardemos o nosso valor. Nós somos filhos: corramos para o Pai.