quinta-feira, 27 de novembro de 2008

Domingo 1° del Tiempo de Adviento

Hoy comenzamos un nuevo Año Litúrgico (Ciclo “B”). La Iglesia ha ordenado las Lecturas de los Domingos en tres ciclos: A, B y C, de manera que cada uno de los ciclos se repite cada tres años. Es por ello que las Lecturas de este Ciclo “B” que hoy comenzamos no son las mismas que las del Primer Domingo de Adviento del año pasado.
Es así como en tres años de Lecturas dominicales, los fieles pueden tener una idea bastante completa -sin llegar a ser total- de la historia de la salvación contenida en la Sagrada Escritura.
Y el Año Litúrgico comienza con el Tiempo de Adviento. Hoy es el Primer Domingo de Adviento, tiempo de espera para la venida de Cristo ... Y tiempo de espera significa tiempo de preparación para esa venida.
Las Lecturas de este tiempo de Adviento nos trasladan a veces a ese anhelo que existía en el Antiguo Testamento de la venida del Mesías que esperaban para salvar a la humanidad. Vemos tal anhelo en la Primera Lectura del Profeta Isaías (Is. 63, 76-19; 64, 2-7).
Las palabras del Profeta son una súplica llena de urgencia con la que quisiera -por así decirlo- adelantar la venida del Salvador: “Ojalá rasgaras los cielos y bajaras, estremeciendo las montañas con tu presencia”.
Ese anhelo, ese grito de los profetas y santos del Antiguo Testamento ya fue satisfecho, pues esa primera venida del Hijo de Dios -su venida histórica- ya tuvo lugar hace más de dos mil años. En efecto, Jesús nació, vivió, sufrió, murió y resucitó en la tierra, en nuestra historia. Y así ha salvado -ha rescatado- a la humanidad que se encontraba perdida en el pecado.
Ya la salvación esperada fue realizada por Cristo. Ahora nos toca a nosotros aprovechar la salvación ya efectuada por Cristo.
Luego de esa primera venida, la historia de la humanidad se orienta toda hacia la “parusía”; es decir, hacia la venida gloriosa de Cristo al final de los tiempos.
El Adviento es tiempo especial de preparación para esa segunda venida de Cristo.
De allí que los clamores por el Mesías contenidos en el Antiguo Testamento, los sentimos también como clamores por esa esperada venida gloriosa de Cristo al final. Por eso también, muchas de las lecturas de este tiempo se refieren a este esperado acontecimiento.
Tan esperado, que San Juan finaliza el libro profético del Apocalipsis con ese clamor de toda la Iglesia (la esposa) unida a Dios (el Espíritu): “El Espíritu y su esposa dicen: ... ‘Ven’ ... El que da fe de estas palabras dice: ‘Sí, vengo pronto’. Así sea: Ven, Señor Jesús” (Ap. 22, 17 y 20).

Con estas palabras termina la Biblia: el Señor diciéndonos que viene pronto y nosotros, la Iglesia, la humanidad entera, diciendo que ojalá así sea y pidiéndole que venga.
Mientras estamos a la espera de ese “adviento”, de ese advenimiento, de ese acontecimiento tan importante -el más importante de la historia de la humanidad- el recibimiento de Cristo debe irse preparando en el corazón de cada persona.
¿Y cómo podemos ir preparando esa venida del Señor a nuestro corazón? De varias maneras Jesús, Hijo de Dios, se nos hace presente en este tiempo de espera en que nos encontramos actualmente aguardando su venida gloriosa.
La presencia de Cristo en este tiempo intermedio entre su estadía histórica en nuestro mundo en medio de nosotros y su próxima venida gloriosa, se da en nosotros por medio de su Gracia. Su Gracia que El derrama de muchas maneras: primeramente nos viene a través de los Sacramentos.
Los Sacramentos son vías especialísimas, signos visibles, por medio de los cuales Cristo se hace presente:
En el Bautismo nos borra el pecado original y da a cada bautizado su Gracia, que es su Vida misma.

En la Confesión nos restaura la Gracia perdida por los pecados cometidos.

En la Eucaristía está realmente presente, vivo, y se da a nosotros en forma de alimento para nuestra alma, fortaleciendo nuestra vida espiritual.

Jesucristo también se hace presente con su Palabra, contenida en la Sagrada Escritura. También se nos da en la oración, con inspiraciones e impulsos interiores.
Permitiendo que Cristo venga a nuestro corazón en cada una de estas formas en que se nos ofrece, dejamos que El vaya transformándonos cada vez más profundamente. Es la manera cómo nos vamos preparando a su venida gloriosa.
Así pueden cumplirse en nosotros las palabras finales de la Lectura de Isaías: “Señor, Tú eres nuestro Padre; nosotros somos el barro y Tú el alfarero; todos somos hechura de tus manos”. Esta frase recuerda también a una muy similar del Profeta Jeremías: “Mirad que como el barro en manos del alfarero, así sois vosotros en Mi Mano” (Jr. 18, 1-6).
Si en este tiempo intermedio entre una venida y otra de Jesús nos dejamos moldear por Dios, por su Voluntad, por sus designios, como lo que Dios muestra al Profeta Jeremías, al hacerlo ir a una alfarería para ver cómo el barro es moldeado por el alfarero, así estamos cumpliendo lo que nos exige el Evangelio de hoy (Mc. 13, 33-37) y lo que nos dice San Pablo en la Segunda Lectura (1 Cor. 1, 3-9). Estas lecturas nos hablan de espera, de vigilancia, de estar preparados.
“Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento”, nos pide el Evangelio, pues no sabemos “a qué hora va a regresar el dueño de la casa”. Por eso nos pide el Señor al final de este trozo evangélico: “Permanezcan alerta”.
Si así lo hacemos, si pasamos este tiempo de espera preparándonos de esa manera para la venida de Cristo, dejándonos moldear de acuerdo a su Voluntad y a sus designios, El mismo nos hará perseverar hasta el final, como nos dice San Pablo en la Segunda Lectura: “El nos hará permanecer irreprochables hasta el fin, hasta el día de su advenimiento”.
No sólo en estas Lecturas de hoy, sino a lo largo de toda la Biblia, el Señor nos pide insistentemente estar atentos a su venida, preparándonos para recibirlo cuando venga como Justo Juez. Este llamado es aún más insistente durante el tiempo de Adviento, ya que nos estamos preparando para conmemorar en Navidad la primera venida de Jesús, cuando Dios se hizo hombre y nació en un momento preciso de nuestra historia y también en un sitio preciso de nuestra tierra.
Nos encontramos entre una y otra venida de Cristo. La primera ya sucedió. La segunda “no saben cuándo llegará el momento”. Pero sabemos que llegará ... De hecho, cada día que pasa es un día menos para su próxima venida.
Por eso el Señor nos recuerda ¡tantas veces! que estemos preparados, que velemos, porque no sabemos a qué hora regresa. “¡Sí, vengo pronto!” ¡Ven, Señor Jesús!

1° Domingo do Advento (Pe Antonio Geraldo Dalla Costa)

"Vigiai!"

Iniciamos hoje novo Ano Litúrgico (Ano B).
O ADVENTO possui duas características:
é tempo de preparação para o NATAL,
em que se comemora a 1ª vinda do Filho de Deus,
é também um tempo em que se voltam os corações
para a expectativa da 2ª vinda de Cristo, no fim dos tempos.

As leituras convidam à VIGILÂNCIA, para acolher o Senhor que vem.

A 1ª Leitura é uma SÚPLICA ardente ao Deus da História,
pedindo um Salvador. (Is 63,16b-17.19b;64,2b-7)

É uma das preces mais bonitas da Bíblia.
Ao povo que voltou do exílio desanimado e indiferente à Aliança,
o Profeta tenta acordar a esperança num futuro de vida e salvação.

Deus é invocado como "Pai" e "Redentor"
(Pai: fonte da vida familiar; Redentor: responsável pelo resgate).
É a primeira vez que se chama Deus de Pai (2 x).
No evangelho, Jesus usará mais tarde 184 vezes.

Termina com a imagem do OLEIRO: Deus é o "oleiro" e
o Povo é o "barro", que o artista modela com amor...
- Somos barro, frágeis, mas somos também obra de suas mãos...
somos a expressão do amor de Deus
- Faz lembrar a Criação do Homem do barro da terra.
A mudança do coração do seu povo é uma nova Criação,
da qual nascerá uma nova humanidade.

A 2a leitura é um APELO à vigilância para acolher Deus, que vem
e manifesta o seu amor através dos seus dons. (1Cor 1,3-9)

É a primeira vez São Paulo usa a Palavra "Carismas".
São os dons de Deus a determinadas pessoas para o bem da comunidade.

O Evangelho é uma EXORTAÇÃO à vigilância constante
para preparar a vinda do Senhor. (Mc 13,33-37)

O texto é o final do "Discurso escatológico".
A Parábola do Porteiro conta a história do homem que partiu em viagem,
distribuiu tarefas aos seus servos e deu ao porteiro uma ordem que vigiassem...

- O "Dono da casa" é Jesus, que ao voltar para o Pai,
confiou aos discípulos a tarefa de construir o "Reino", iniciado por ele.

- Quem é o "porteiro"?
São as lideranças da Comunidade, a quem foi confiada a missão
da vigilância e da animação da Comunidade.




O que a Parábola tem a nos dizer?

1. A Vinda do Senhor é motivo de ESPERANÇA.
A nossa caminhada humana não é um avançar sem sentido ao encontro do nada, mas uma caminhada feita na alegria ao encontro do "Senhor que vem".
Não se trata de uma vaga esperança,
mas de uma certeza baseada na palavra infalível de Jesus.
E o Advento nos recorda essa realidade:
2. Advento é tempo da ESPERA vigilante do Senhor.
O verdadeiro discípulo deve estar sempre "vigilante".
- VIGIAR significa não esquecer que toda a vida cristã é uma caminhada
rumo ao encontro final com Cristo Salvador e Juiz.
- VIGIAR é a atitude de quem se sente responsável pela "casa" de Deus,
protegendo-a de invasões estranhas.
- VIGIAR significa viver sempre empenhado e comprometido
na construção de um mundo de vida, de amor e de paz.
- VIGIAR Significa cumprir os compromissos assumidos no dia do batismo
e ser um sinal vivo do amor e da bondade de Deus no mundo.
- VIGIAR significa cumprir a Missão recebida:
dar testemunho de Jesus e do seu evangelho.
- VIGIAR significa não viver como se a vida se reduzisse à duração terrena,
mas viver sempre na expectativa da revelação plena do Senhorio de Jesus.

Todos nós também somos convidados a não "dormir",
a estar acordados e "vigilantes", sempre prontos
para lhe entregar a qualquer momento a sua "casa" bem cuidada?

É o que pretende esse tempo litúrgico, quando nos convida a seguir
a marcha do Povo de Deus, que se preparava para a primeira vinda do Senhor:
uma marcha lenta, obscura e dolorosa, para ali apreendermos
qual deve ser a nossa ESPERANÇA nessa caminhada para Cristo.

Em meio a tantos convites comerciais,
permaneçamos atentos e vigilantes no Senhor.

- "Nesse Natal, Cristo pede um lugar em nossa casa".
* Será que ele pode contar com um lugar em nosso coração?
Estamos dispostos a remover tudo o que rouba espaço para Ele,
e impede nosso caminho para Deus?

- Já reservamos tempo para a NOVENA do Natal em família?
* A novena é uma forma de concretizar a esperança e
de reunir-se na mesma fé, permitindo que a ternura de Deus
abra caminhos para a realização e a paz.

Nesse Natal, serão realmente felizes... as pessoas,
em quem Cristo encontrou um lugar para nascer!
Pe.Antônio Geraldo Dalla Costa

1° Domingo do Advento (vocacoes.com.br)

A vigilância
Esta é a recomendação ao mandamento do Senhor: "Vigiai!". Tal vigilância é uma postura própria do discípulo. Quando partiu, o Senhor deixou-nos sua casa e nos deu seu poder (cf. Mc 13,34); portanto, é nossa incumbência zelar por sua casa e usar seu poder agindo da mesma forma que ele. Vê-se, portanto, que a vigilância é uma atitude prenhe de fidelidade operosa. É seguimento! Isso nos plenifica de responsabilidade, pois a vinha do Senhor a nós, agora, é o nosso caminhar para Ele. A história é o lugar do discernimento cuja principal condição é a espera vigilante, resultando na operosidade fiel. A vigilância constante consiste em ter os olhos do coração voltados para o seu Senhor (cf. Sl 123[122],2) para vê-lo enquanto vem, em cada momento. O seguimento fiel e a operosidade que realizam, com responsabilidade, o encargo recebido. O Senhor já atingiu sua meta. Sua ausência, agora, é a distância que nos cabe preencher, percorrendo seu caminho, até quando estaremos para sempre com Ele. Jesus foi-se, mas não nos abandonou. Ele nos deixou tudo o que tinha: "sua casa e seu poder" (Mc 13,34). Com efeito, batizou-nos em seu Espírito, para que pudéssemos entrar em sua casa e viver da mesma forma que Ele. O discípulo deve precaver-se do fanatismo de quem espera com agitação, especulando sobre datas que marcam o fim dos tempos, como também da desilusão de quem não espera nada e "dorme". Ele sabe que o Reino de Deus não está aqui nem acolá, mas sim em nós (Lc 17,21), como responsabilidade pessoal e intransferível de seguir o Senhor em seu caminho. Iniciemos com empenho o novo ano litúrgico e, ao mesmo tempo, nosso preparo para a festa do Natal do Senhor.

1° Domingo do Advento (www.ecclesia.pt)

A liturgia do primeiro Domingo do Advento convida-nos a equacionar a nossa caminhada pela história à luz da certeza de que “o Senhor vem”. Apresenta também aos crentes indicações concretas acerca da forma devem viver esse tempo de espera.A primeira leitura é um apelo dramático a Jahwéh, o Deus que é “pai” e “redentor”, no sentido de vir mais uma vez ao encontro de Israel para o libertar do pecado e para recriar um Povo de coração novo. O profeta não tem dúvidas: a essência de Deus é amor e misericórdia; essas “qualidades” de Deus são a garantia da sua intervenção salvadora em cada passo da caminhada histórica do Povo de Deus.O Evangelho convida os discípulos a enfrentar a história com coragem, determinação e esperança, animados pela certeza de que “o Senhor vem”. Ensina, ainda, que esse tempo de espera deve ser um tempo de “vigilância” – isto é, um tempo de compromisso activo e efectivo com a construção do Reino.A segunda leitura mostra como Deus se faz presente na história e na vida de uma comunidade crente, através dos dons e carismas que gratuitamente derrama sobre o seu Povo. Sugere também aos crentes que se mantenham atentos e vigilantes, a fim de acolherem os dons de Deus.