quinta-feira, 21 de maio de 2009

Ascensão do Senhor (Pe Antonio Geraldo)

"Ide e Evangelizai"

Celebramos hoje a festa da ASCENSÃO do Senhor.
A Ascensão faz parte do Mistério pascal de Cristo.
Cristo terminou sua missão terrena elevando-se ao céu e
é o ponto de partida para ser testemunhas e anunciadores
de Cristo exaltado, que voltou ao Pai para sentar-se à sua direita.

Na 1a Leitura, temos o Início dos Atos dos Apóstolos. (At 1,1-11)

Esse livro pretende mostrar, que os ensinamentos e ações de Jesus
continuam nos ensinamentos e nas ações da Comunidade cristã…

Elementos a aprofundar:

- 40 dias: É um número simbólico, catequético…
É o tempo necessário para um discípulo aprender e repetir as lições do mestre.
- Numa refeição: num contexto de intimidade e comunhão…
- Recomendações: Ficar em Jerusalém… aguardando o Espírito Santo…
- MISSÃO: "Sereis minhas testemunhas em Jerusalém…
Judéia, Samaria e até os confins da terra..."
- "Elevou-se… e uma nuvem o encobriu...":
Exprime o Mistério de Deus presente e escondido aos olhos do povo.
- ANJOS: convidam os discípulos não ficar de braços cruzados,
olhando para o céu, mas descer seguir o caminho de Jesus.

O FATO não deve ser interpretado ao pé da letra,
como uma reportagem histórica,
mas como uma encenação literária de um dado da fé.
Lucas não tem a intenção de fornecer informações
sobre o lugar, a forma e o tempo da ascensão.... (há contradições...)
mas lembrar o compromisso missionário, que a Igreja recebeu de Cristo.
Termina a missão terrena de Jesus e inicia a missão da Igreja.

Lucas faz desse acontecimento um divisor de águas.
Com a Ascensão, termina o seu Evangelho e inicia os Atos dos Apóstolos.
São duas etapas diferentes da História da Salvação.
A Ascensão não é uma despedida, mas uma nova presença do Mestre,
que se manifesta mediante sinais da missão evangelizadora dos discípulos.
O Projeto de salvação e de libertação de Jesus
passou para as mãos da Igreja, animada pelo Espírito.

Na 2ª Leitura, São Paulo vê na Ascensão a glorificação de Cristo
e o anúncio do retorno de toda a humanidade a Deus. (Ef 1,17-23)

O Evangelho apresenta o papel dos discípulos no mundo,
após a partida de Jesus ao encontro do Pai. (Mc 16, 15-20)

O texto é um acréscimo posterior ao evangelho de Marcos.
É um resumo das aparições de Jesus e da Missão da Comunidade cristã.
Narra TRÊS CENAS:
1) Jesus ressuscitado define a MISSÃO dos Discípulos.
- Os Destinatários: A Missão é UNIVERSAL: "Ide por todo o mundo...
- O Conteúdo do anúncio: "Pregai 'o Evangelho' a toda a criatura".

* A Palavra EVANGELHO
- Na boca de Jesus, designa o anúncio do Reino
que suscita a fé e o acolhimento da salvação.
- Para as comunidades cristãs, é o anúncio de um ACONTECIMENTO:
Em Jesus Cristo, Deus veio ao encontro dos homens,
manifestou-lhes o seu amor, inseriu-os na sua família,
convidou-os a integrar a comunidade do Reino, ofereceu-lhes a vida definitiva. - O anúncio do "Evangelho" obriga os homens a uma opção.
Quem aderir à proposta de Jesus chegará à vida plena e definitiva.- A obra missionária será acompanhada de Sinais,
que atestarão autenticidade e continuidade da ação libertadora do Mestre.
E enumera sinais da presença do Mestre:
Expulsarão demônios, falarão novas línguas,
resistirão ao veneno das serpentes, curarão doentes impondo as mãos.

2) Jesus PARTE ao encontro do PAI.
Jesus sobe ao céu e senta-se à direita de Deus:
Mostra a soberania de Jesus, como Senhor da História e do Universo...
Não é o afastamento de Cristo, mas uma nova presença no mundo.

3) Os discípulos PARTEM ao encontro do MUNDO:
a fim de concretizar a missão que Jesus lhes confiou.
"Os discípulos então partiram e pregaram por toda a parte..."
Na ação missionária, os discípulos não estão sozinhos...
O Senhor os ajudava e confirmava sua palavra pelos sinais".

* A Igreja é essencialmente uma comunidade missionária, cuja missão
é testemunhar no mundo a proposta de Salvação e Libertação,
que Jesus veio trazer.

+ A Ascensão de Jesus nos faz lembrar:

- A nossa ascensão: "Ele subiu não para se afastar da nossa humanidade,
mas para nos dar a esperança de que um dia... iremos ao seu encontro,
onde ele nos precedeu..." (Prefácio)
- A nossa vocação missionária: A Igreja é uma "Comunidade Missionária",
cuja missão é testemunhar no mundo a proposta de salvação e de libertação,
que Jesus veio trazer aos homens.
- E Nós, vivemos o ideal missionário,
conscientes de que na Igreja de Cristo, todo batizado é missionário.

- Cristo pode contar, hoje, com todos nós?
Pe. Antônio Geraldo Dalla Costa

Fiesta de la Ascensión de Jesucristo

La Fiesta de la Ascensión de Jesucristo al Cielo es una fiesta importante y de gran significación. Sin embargo, hace evocar sentimientos encontrados de nostalgia y de alegría. De nostalgia, por la partida de Cristo, Quien regresa a la gloria que comparte desde toda la eternidad con el Padre y con el Espíritu Santo. De alegría, pues hacia esa gloria conduce a la humanidad por El redimida.
El mismo Señor nos muestra esos sentimientos las veces que en el Evangelio hace el anuncio de su ida al Padre. “He deseado muchísimo celebrar esta Pascua con vosotros ... porque ya no la volveré a celebrar hasta ...” (Lc.22, 15-16). “Me voy y esta palabra los llena de tristeza” (Jn. 16, 6).
En cada uno de los anuncios de su partida, Jesús trataba de consolar a los Apóstoles: “Ahora me toca irme al Padre ... pero si me piden algo en mi nombre, yo lo haré” (Jn. 14,12 y 14). Inclusive trató de convencerlos acerca de la conveniencia de su vuelta al Padre: “En verdad, les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, no podrá venir a ustedes el Consolador. Pero si me voy, se los enviaré ... les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que yo les he dicho” (Jn. 16, 7 - 14, 26).
Recordemos que Jesucristo había resucitado después de su muerte, una muerte que fue ¡tan traumática! -traumática para El por los sufrimientos intensísimos a que fue sometido- ... y traumática también para sus seguidores, para sus Apóstoles y discípulos, que quedaron estupefactos ante lo sucedido el Viernes Santo.
Luego viene para ellos la sorpresa de la Resurrección. Al principio no creyeron lo que les dijeron las mujeres, luego el mismo Señor Resucitado se les apareció en cuerpo glorioso, y entonces recordaron y creyeron lo que El les había anunciado. Pero la verdad es que los Apóstoles no entendían bien a Jesús cuando les anunciaba todo lo que iba a suceder: lo de su muerte, su posterior resurrección y luego también lo de su Ascensión al Cielo.
Para fortalecerles la Fe, después de su Resurrección, el Señor pasa unos cuarenta días apareciéndose en la tierra a sus discípulos, a sus Apóstoles, a su Madre.
Es lo que nos refiere la Primera Lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles: “Se les apareció después de la pasión, les dio numerosas pruebas de que estaba vivo y durante cuarenta días se dejó ver por ellos y les habló del Reino de Dios. Un día, les mandó: ‘No se alejen de Jerusalén. Aguarden aquí a que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que ya les he hablado ... Dentro de pocos días serán bautizados con el Espíritu Santo.’” La promesa del Padre era el Espíritu Santo, el Consolador, que vendría unos días después en Pentecostés.
Y luego de esos cuarenta días, llegó el momento de su partida. Entonces, los llevó a un sitio fuera y luego de darles las últimas instrucciones y bendecirlos, se fue elevando al Cielo a la vista de todos los presentes.
Si la Transfiguración del Señor fue algo tan impresionante, ¡cómo sería la Ascensión! Quedaron todos los presentes tan impactados de esa triste, pero gloriosa despedida, en la que el Señor subía para sentarse a la derecha del Padre, que aún después de haber desaparecido Jesús, ocultado por una nube, los Apóstoles y discípulos seguían mirando fijamente al Cielo.
Fue, entonces, cuando dos Ángeles interrumpieron ese éxtasis colectivo de amor, de nostalgia, de admiración al Señor, cuyo cuerpo radiantísimo había ascendido al Cielo, y les dijeron: “¿Qué hacen ahí mirando al cielo? Ese mismo Jesús que los ha dejado para subir al Cielo, volverá como lo han visto alejarse” (Hech. 1, 11).
Importantísimo recordar ese anuncio profético de los Ángeles sobre la segunda venida de Jesucristo, en la que volverá de igual manera: en gloria y desde el Cielo. Jesucristo vendrá, entonces, como Juez a establecer su reinado definitivo. Así lo reconocemos cada vez que rezamos el Credo: de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su Reino no tendrá fin.
Estamos hablando de la Segunda Venida de Cristo. Pero para saber cómo será y cómo no será la Segunda Venida de Cristo, debemos detallar bien cómo fue la Ascensión de Jesucristo al Cielo. ¿Cómo lo vieron subir? Con todo el poder de su divinidad, glorioso, fulgurante y, ascendiendo, desapareció entre las nubes. Entonces … ¿cómo vendrá?
El anuncio de los Ángeles es clarísimo y corrobora anuncios previos hechos por Jesús mismo. Al responder a Caifás en el momento de su injustísimo juicio antes del su Pasión y Muerte dijo lo siguiente: “Verán al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Dios Poderoso y viniendo sobre las nubes” (Mt. 26, 64).
Ya anteriormente lo había anunciado a sus discípulos: “Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre. Verán al Hijo del Hombre viniendo en las nubes del cielo, con el Poder Divino y la plenitud de la Gloria. Mandará a sus Ángeles, los cuales tocarán la trompeta y reunirán a los elegidos de los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del mundo” (Mt. 24, 30-31)
Sin embargo han habido, hay y habrá muchos que querrán hacerse pasar por Cristo. Y hay uno en especial, el Anticristo, que hará creer que él es Cristo. Entonces hay que estar precavidos, pues Cristo vendrá glorioso con todo el poder de su divinidad, como los Apóstoles Lo vieron irse.
Tengamos en cuenta que el Anticristo será un hombre que se dará a conocer como Cristo y con la ayuda de Satanás realizará milagros y prodigios, y engañará a muchos, pues desplegará un gran poder de seducción. He aquí la descripción que nos hace San Pablo:
“Entonces aparecerá el hombre del pecado, instrumento de las fuerzas de perdición, el rebelde que ha de levantarse contra todo lo que lleva el nombre de Dios o merece respeto, llegando hasta poner su trono en el Templo de Dios y haciéndose pasar por Dios ... Al presentarse este Sin-Ley, con el poder de Satanás, hará milagros, señales y prodigios al servicio de la mentira. Y usará todos los engaños de la maldad en perjuicio de aquéllos que han de perderse, porque no acogieron el amor de la Verdad que los llevaba a la salvación ... así llegarán hasta la condenación todos aquéllos que no quisieron creer en la Verdad y prefirieron quedarse en la maldad ” (2 Tes. 2, 3-11).
Entonces, ¿qué hacer? Siguiendo, el consejo de la Sagrada Escritura, no debemos dejarnos engañar. Los datos sobre la Segunda Venida de Cristo son muy claros: Cristo vendrá en gloria. El Anticristo no. Hará grandes prodigios, pero no puede presentarse como tenemos anunciado que vendrá Cristo en su Segunda Venida. De allí que Jesús nos advierta:
“Llegará un tiempo en que ustedes desearán ver uno solo de los días del Hijo del Hombre, pero no lo verán. Entonces les dirán: está aquí, está allá. No vayan, no corran. En efecto, como el relámpago brilla en un punto del cielo y resplandece hasta el otro, así sucederá con el Hijo del Hombre cuando llegue su día”. (Lc. 17, 22-24)
Esto es tan importante que el Señor nos lo dijo en otras ocasiones. Jesús nos advierte clarísimamente y nos explica con más detalle aún cómo será de sorpresiva y deslumbrante su Segunda Venida:
“Si en este tiempo alguien les dice: Aquí o allí está el Mesías, no lo crean. Porque se presentarán falsos cristos y falsos profetas, que harán cosas maravillosas y prodigios capaces de engañar, si fuera posible, aun a los elegidos de Dios. ¡Miren que se los he advertido de antemano! Por tanto, si alguien les dice: En el desierto está. No vayan. Si dicen: Está en un lugar retirado. No lo crean. En efecto, cuando venga el Hijo del Hombre, será como relámpago que parte del oriente y brilla hasta el poniente” (Mt. 24, 23-28).
Pero por encima de la nostalgia de su partida, por encima de la advertencia de cómo será su Segunda Venida, para que nadie nos engañe, el misterio de la Ascensión de Jesucristo es un misterio de fe y esperanza en la vida eterna.
La misma forma física en que se despidió el Señor, la cual resalta San Pablo en la Segunda Lectura (Ef. 4, 1-13): subiendo al Cielo- nos muestra nuestra meta, ese lugar donde El está, al que hemos sido invitados todos, para estar con El.
Ya nos lo había dicho al anunciar su partida: “En la Casa de mi Padre hay muchas mansiones, y voy allá a prepararles un lugar ... Volveré y los llevaré junto a mí, para que donde yo estoy, estén también ustedes” (Jn. 14,2-3).
El derecho al Cielo ya nos ha sido adquirido por Jesucristo. El nos ha preparado un lugar a cada uno de nosotros: nos toca a nosotros vivir en esta vida de tal forma que merezcamos ocupar ese lugar.
Ahora bien, a pesar de todos estos anuncios, los Apóstoles y discípulos no alcanzaban a entender la trascendencia de lo anunciado. La Santísima Virgen María seguramente fue preparada por su Hijo para el momento de su partida, con gracias especiales para poder consolar y animar a los Apóstoles.
Jesucristo estaba dejando a Pedro como cabeza de la Iglesia y como su Representante. Pero también estaba dejando a su Madre como Madre de su Iglesia, ya que siendo Ella Madre de Cristo, era también Madre de su Cuerpo Místico. Por eso Ella los reunió y los animó, orando con ellos en espera del Espíritu Santo.
La Ascensión, entonces, nos invita a estar en la tierra, haciendo lo que aquí tengamos que hacer, todo dentro de la Voluntad de Dios. Pero debemos estar en la tierra sin perder de vista el Cielo, la Casa del Padre, a donde nos va llevando Cristo por medio del Espíritu Santo, Quien nos recuerda todo lo que Cristo nos enseñó.
Y nos recuerda también lo que debemos enseñar a otros, pues debemos llevar la Palabra de Dios a todo el que desee escucharla. Es el llamado de Cristo que nos trae la Aclamación antes del Evangelio: “Vayan y enseñen a todas las naciones, dice el Señor. Y sepan que Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28, 19-20).
Es el llamado a la Nueva Evangelización, a la que insistentemente nos llama la Iglesia.
Para cumplir con esto, San Pablo nos recuerda en la Segunda Lectura (Ef. 4. 1-13) lo siguiente:
“El que subió fue quien concedió a unos ser apóstoles; a otros ser profetas; a otros ser evangelizadores; a otros ser pastores y maestros.
“Y esto para capacitar a los fieles, a fin de que, desempeñando debidamente su tarea, construyan el Cuerpo de Cristo,
“hasta que todos lleguemos a estar unidos en la Fe y en el conocimiento del Hijo de Dios,
“y lleguemos a ser hombres perfectos, que alcancemos en todas sus dimensiones la plenitud de Cristo”.
La Fiesta de la Ascensión de Jesucristo al Cielo:
. nos despierta el anhelo de Cielo, la esperanza de nuestra futura inmortalidad, en cuerpo y alma gloriosos, como El, para disfrutar con El y en El de una felicidad completa, perfecta y para siempre.
. nos advierte cómo será la Segunda Venida de Cristo, para que no seamos engañados por el Anticristo.
. nos invita a llevar la Palabra de Dios a todos, seguros de que el Espíritu Santo, Quien es el verdadero protagonista de la Evangelización, nos capacita para responder a este llamado. Así contribuimos a construir el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, en esta época en que hay que realizar la Nueva Evangelización, atrayendo a la Iglesia a aquéllos que se han alejado.

Ascensão do Senhor

Celebramos hoje o domingo da Ascensão. Esta festa mais do que uma espécie de despedida ou de ausência, deveria ser vista como “coroamento de uma caminhada”, continuidade e presença do Cristo Senhor no meio de sua comunidade em missão. “Os discípulos partiram e o Senhor os ajudava e, por meio de sinais que os acompanhavam, provava que o ensinamento deles era verdadeiro” (Mc 16, 20). A Ascensão comprova que o Senhor continua no meio da comunidade dos discípulos. Portanto, ela é início da missão. O mesmo Senhor que nos envia, garante estar sempre presente, para a nossa alegria e tranqüilidade. A festa da Ascensão do Senhor recorda ainda que aquele que realizou bem sua missão, foi colocado numa posição de destaque. Jesus foi glorificado! A sociedade tem o costume de premiar as pessoas que se destacam no cumprimento de algum serviço ou missão. Sem fazer muito alarde, os Atos dos Apóstolos faz a seguinte narrativa: “Depois de dizer isso, Jesus foi levado ao céu à vista deles (os discípulos)”. Subiu ante os anjos maravilhados ao mais alto dos céus e tornou-se o mediador entre Deus e a humanidade redimida, juiz do mundo e Senhor do universo.Cristo está sentado à direita do Pai: está na posse da glória e da honra da divindade. Sentar-se à direita do Pai significa que o Reino do Messias foi definitivamente inaugurado, segundo a visão do profeta Daniel. Sentado à direita do Pai, Cristo glorioso, como mediador, intercede sem cessar por nós e derrama o Espírito Santo sobre a Igreja para que cumpra na terra a sua missão.Ao entrar na glória, Jesus é a prova máxima de que Deus cumpriu suas promessas: o céu e a terra se uniram. As barreiras entre o humano e o Divino, foram canceladas. Em Jesus Cristo ressuscitado e elevado ao céu, a humanidade já participa da glória do Pai. “Somos cidadãos do céu” (Fl 3,20). Na opinião do apóstolo Paulo, a Ascensão do Senhor ao céu, redimensiona os procedimentos humanos: “Se vocês foram ressuscitados com Cristo, procurem as coisas do alto, onde Cristo está sentado à direita de Deus...” (Cl 3,1s). O discípulo de Cristo vive neste mundo sem ser do mundo: caminha entre as realidades que passam, abraçando somente as que não passam. A Ascensão do Senhor é de tamanha grandeza que nos impulsiona à missão. Não é mais possível permanecer imóveis e admirados olhando para o céu a exemplo dos primeiros discípulos (At 1,10-11): temos que nos tornar testemunhos do Reino que não tem fim!

Comentário ao Evangelho do dia feito por Cardeal John Henry Newman (1801-1890)

«Eles não são deste mundo como Eu não sou deste mundo»
Começai desde já, neste tempo santo de Páscoa, a vossa ressurreição com Cristo. Vede como Ele vos estende a mão! Ele ressuscita; ressuscitai com Ele! Saí do túmulo do velho Adão, abandonai as vossas preocupações, as invejas, as inquietações, as ambições mundanas, a escravatura do hábito, o tumulto das paixões, os fascínios da carne, o espírito frio, terra a terra e calculista, a ligeireza, o egoísmo, a preguiça, a vaidade e as manias de grandeza. Esforçai-vos doravante por fazer o que vos parece difícil mas que não deveria, e não deve, ser negligenciado: velai, rezai e meditai. [...]Mostrai que o vosso coração, as vossas aspirações e toda a vossa vida estão com o vosso Deus. Reservai em cada dia algum tempo para ir ao Seu encontro. [...] Não vos peço que abandoneis o mundo nem que abandoneis os vossos deveres nesta terra, mas sim que retomeis a posse do vosso tempo. Que não consagreis horas inteiras ao lazer ou à vida em sociedade enquanto apenas consagrais alguns instantes a Cristo. Que não rezeis unicamente quando estais cansados e à beira de adormecer; que não vos esqueçais por completo de O louvar ou de interceder pelo mundo e pela Igreja. Comportai-vos segundo as palavras da Sagrada Escritura: «Procurai as realidades lá de cima». Mostrai a vossa pertença a Cristo, pois o vosso coração «ressuscitou com Ele» e «a vossa vida está oculta n'Ele» (Col 3,1-3).

Ascensão do Senhor

A Festa da Ascensão de Jesus que hoje celebramos, sugere que, no final do caminho percorrido no amor e na doação, está a vida definitiva, a comunhão com Deus. Sugere, também, que Jesus nos deixou o testemunho e que somos nós, seus seguidores, que devemos continuar a realizar o projecto libertador de Deus para os homens e para o mundo.No Evangelho, Jesus ressuscitado aparece aos discípulos, ajuda-os a vencer a desilusão e o comodismo e envia-os em missão, como testemunhas do projecto de salvação de Deus. De junto do Pai, Jesus continuará a acompanhar os discípulos e, através deles, a oferecer aos homens a vida nova e definitiva.Na primeira leitura, repete-se a mensagem essencial desta festa: Jesus, depois de ter apresentado ao mundo o projecto do Pai, entrou na vida definitiva da comunhão com Deus - a mesma vida que espera todos os que percorrem o mesmo "caminho" que Jesus percorreu. Quanto aos discípulos: eles não podem ficar a olhar para o céu, numa passividade alienante; mas têm de ir para o meio dos homens, continuar o projecto de Jesus.A segunda leitura convida os discípulos a terem consciência da esperança a que foram chamados (a vida plena de comunhão com Deus). Devem caminhar ao encontro dessa "esperança" de mãos dadas com os irmãos - membros do mesmo "corpo" - e em comunhão com Cristo, a "cabeça" desse "corpo". Cristo reside no seu "corpo" que é a Igreja; e é nela que se torna, hoje, presente no meio dos homens.
www.ecclesia.pt

Festa da Ascensão (Pe Carlo)

A festa da Ascensão que celebramos hoje é a festa daquele valor cristão que chamamos esperança. A esperança cristã não é um devaneio utópico, mas sim a atitude com a qual sabemos dar o devido valor às coisas quotidianas justamente porque sabemos aonde terminará a história e mais, sabemos isto com um penhor que nos garante de antemão que o resultado é real. Somente sabendo qual é a meta é que se sabe exatamente o que fazer. A esperança cristã faz com que o nosso modo de viver não seja casual nem movido por impulsos imediatos desconexos, os quais, às vezes, deixam uma amargura no final, quando esgotam todo o seu atrativo. Não se trata de uma alienação fantasiosa, ao contrário é a profunda capacidade de mergulhar no presente, com todos os seus problemas e dramas, justamente porque o olhar não fica preso no imediato presente.
É isto que nos dirá o texto do Evangelho de hoje. Vamos começar a nossa leitura.
Estava terminando a fase das aparições através das quais, Jesus visava educar os seus discípulos para a nova maneira com a qual Ele continuaria presente na sua comunidade após a Ressurreição. O nosso Evangelista, Marcos, encerrou a narração do Evangelho com a Ressurreição de Jesus e com o medo dos discípulos. O trecho que acabamos de ler, foi acrescentado posteriormente por um evangelista anônimo que quis explicitar a maneira com a qual Jesus estaria presente na sua comunidade e ao mesmo tempo desvincular a comunidade dos graves problemas que estava vivendo para que se projetasse na sua missão. Mesmo que tenha sido adicionado pouco depois, o trecho é considerado canônico, ou seja, que transmite fielmente o que a Igreja sentia durante o período em que os Apóstolos ainda estavam vivos. O nosso Autor anônimo retoma a narração de Marcos no ponto em que Ele a havia encerrado: a incredulidade dos Apóstolos. Marcos tinha a sua motivação para deixar o leitor com um sentimento de algo não resolvido, mas a comunidade primitiva sentia uma ligação muito forte entre o tempo que estava vivendo -tempo de dificuldades, perseguições e traições etc.- e o que era chamada a viver. Vivia o seu presente, profundamente mergulhada nos problemas cotidianos, mas sabia que aquela condição não era a definitiva. Esta tensão entre o “agora” e o “depois disso” deixava em aberto uma questão: qual é a relação entre os fiéis e Jesus, uma vez que estava clara a Sua promessa de permanecer para sempre com os seus?
O nosso Autor não indica o lugar de Ascensão como sendo um lugar geográfico à parte (como, por exemplo em Lc. 24,50), a intenção de descrever um evento não é a principal. Por outro lado ele se detêm sobre o contexto em que o fato se dá. Notamos a presença de três fatores. Primeiro: os onze estavam reunidos. Segundo: estavam reunidos à mesa. Terceiro: os sentimentos deles podiam ser resumidos com aquela expressão que Jesus usou para indicar o fechamento que afasta de Deus: “dureza de coração” (sklherokardian, esclerose do coração), que é a fonte principal do pecado. O que podemos deduzir de primeira instância? A Ascensão de Jesus, mais que um episódio de “adeus”, é entendida pelo Evangelista como uma resposta à situação negativa que surge quando o fiel sente o Senhor como se estivesse. É a resposta à tentação de olhar somente para o passado com aquele saudosismo que impede de encontrar novos caminhos. Trata-se de uma resposta que acontece dentro da própria comunidade que pode estar em crise, ferida por uma traição, envergonhada por não ter tomado atitudes apropriadas (como o foi para os discípulos em relação a Jesus), tudo isto sim, mas em todo caso é uma comunidade ainda reunida em torno de uma mesa.
De modo algum o Evangelista se refere à Ascensão de Jesus como a um egresso, pelo contrário, reforça o fato de que o Senhor continua sempre presente, atuando junto com a sua comunidade: «O Senhor agia com eles» diz o texto. Nas palavras de Jesus encontramos principalmente a preocupação para com a sua comunidade, de modo que esta não definhe sob a pressão da tentação. Sendo assim, o Senhor indica o caminho que a comunidade deve percorrer: a resposta à tentação de fechar-se é o seu oposto, é projetar-se fora de si mesma, dos seus problemas e da comiseração dos próprios erros. A saída é muito simples: «Ide pelo mundo inteiro e anunciai o Evangelho a toda criatura! » pois será durante o caminho, quando o fiel escolhe de projetar-se fora, no mundo inteiro, atento às necessidades universais, que encontrará todas as forças necessárias para superar até os problemas internos da sua comunidade. É a estes problemas específicos que se refere, por exemplo, o simbolismo do veneno tomado num cálice. Obviamente se trata de uma figura de linguagem. O “veneno” era o símbolo da traição, pois beber a um cálice significava amizade, partilha de vida. Jesus, por exemplo, perguntou a Tiago e João se fossem capazes de tomar o mesmo seu cálice. Todavia, numa comunidade pode acontecer que alguém esconda, dentro de uma aparente fraternidade, um “veneno”. Ora, o veneno é associado à serpente indicando assim o orgulho e a presunção que geram a separação, a ruptura, a fuga. Diante disso, porém a comunidade cristã tem força maior do que a tristeza da decepção de ter sido traída.
A força que nasce do interior do cristão que se projeta fora do “seu” mundo, que olha para a meta à qual é chamado, é tamanha que ele, embora ferido, é capaz de curar as feridas dos outros. Outro rico simbolismo o encontramos na imagem das línguas novas: A diferença das línguas, na Escritura, foi sempre associada a um pecado, o pecado de pretender alcançar a Deus com os próprios meios, como narra a história da torre de Babel. Esta é a língua dos homens, os quais agindo assim “não se entendem”. Outra, nova, é a linguagem do cristão, uma linguagem capaz de ser entendida por todos. É a linguagem do Evangelho, que não é feita somente para alguns privilegiados, mas é capaz de ser entendida por todos os homens, já que parte da fragilidade de todos os homens para conduzir o homem a Deus, por um caminho que não passa pelo triunfo e o poder. É uma linguagem realmente “nova”! Não é preciso, aqui, imaginar vocabulários esotéricos, isto não faz parte da sobriedade do Evangelho, é suficiente pensar na linguagem que todo homem entende, que é a linguagem daquele amor que leva em consideração a fragilidade humana.
Uma vez dadas estas indicações o Senhor não precisaria mais estar com eles da maneira com a qual ficara até então. Todo o que era necessário tinha sido dito; a este ponto o Evangelista encerra a narração com extrema compostura: «Dito isto, o Senhor foi recebido ao céu, e sentou-se à direita de Deus ».
Creio que mereça uma pequena explicação a linguagem usada pelo Evangelista. Costumamos imaginar a Ascensão como uma “subida” para as alturas entre as nuvens. Sem negar a maneira com a qual é possível representar esta verdade da nossa fé, uma leitura um pouco mais atenta nos faz compreender melhor o que já acreditamos.
O termo (anelhfqh) usado é bastante estranho, pode significar tanto uma “subida” quanto o ato de ser recebido; mesmo assim creio que possamos encontrar um maior esclarecimento recorrendo a um antigo texto do livro de Gênese que diz respeito a um certo Henoc: «Henoc caminhou com o Deus e não foi mais pois Deus o havia tomado» (Gen. 5,24). Naquele texto se enumera os anos de vida de cada um dos Patriarcas; em todos encontramos a expressão: «depois morreu»; mas não em Enoc, ele simplesmente “foi tomado”. Deus o tomou para si, deixando aberta a perspectiva de uma “não-morte”. O judaísmo manteve sempre aberto este questionamento em seus livros espirituais (Apocalipse de Henoc), mas nunca encontrou uma resposta. A resposta veio em Jesus; este último ato, a Ascensão, sancionava para sempre a maneira com a qual Ele estaria sempre presente na sua comunidade e, contemporaneamente, presente aonde a comunidade de fé é chamada. A Ascensão se tornou a esperança garantida, a perspectiva real, a antecipação visível.
A narração utiliza a expressão: “Céu”. Esta palavra, mais do que indicar um lugar físico que não seja terra ou água, na tradição Bíblica significa o lugar onde Deus está. Ou seja, a dimensão própria de Deus, como dizia o Salmo: «Se eu subir ao céu, lá tu estás...» (Sal. 139); e ainda, «Os céus são os céus do Senhor; mas a terra a deu aos filhos dos homens» (Sal. 115,3). “Terra” e “céu” são sinônimos da dimensão humana e da dimensão divina. Jesus assumiu em plenitude a condição que lhe é própria, aquela que desde sempre e para sempre o define como Deus... aquela dimensão onde Ele nos espera, que será nossa. Em outras palavras: Jesus continuará agindo na comunidade a partir da condição à qual o homem não tem acesso, que o homem não pode compreender porque não lhe pertence. Esta condição é também o “lugar” que Deus quis desde o início para nós, porque nos fez dignos Dele.
Após a aparente derrota aclamada pelos adversários e inimigos, Jesus senta “à direita de Deus”, para indicar sua dignidade real, definitiva e eterna. Jesus assume sua realeza “no céu”, assim como bem entenderam os discípulos recordando o Salmo 11 «O trono do Senhor está no céu». Ele é rei à maneira divina!
Saber que Jesus já está onde estaremos, projeta nossos corações para o encontro com a pátria definitiva e nos permite colocar cada valor no seu devido lugar.