quarta-feira, 7 de novembro de 2007

CREEMOS EN LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS.-

Muchas de nuestras dificultades para aceptar el misterio de la resurrección son de tipo saduceo. Interpretamos resucitar como revivir, en el sentido de volver otra vez a este vida. La experiencia defectuosa y unidimensional de esta vida y la falta de imaginación nos han llevado a entender la resurrección como un paso atrás -volver a esta vida- en vez de interpretarla como un paso adelante, como un adentrarnos en la vida, sin determinismos ni condicionamientos. Entender la resurrección en el sentido saduceo no sólo es difícil de creer, sino que resulta estúpido, ¿para qué volver otra vez a las andadas? Otra serie de dificultades, más serias acaso, pero no menos debidas a nuestra falta de imaginación y a la miopía humana derivada de la exacerbación seudocientífica, nace de la pretensión de querer reducir la muerte a un simple hecho que sucede al final de la vida. Nos imaginamos que la vida es un continuo entre dos extremos: el nacimiento, que le da origen, y la muerte que sería su límite. En realidad, cuando así pensamos, no hacemos sino engañarnos, pretendiendo alejar el fantasma de la muerte hasta el fin. Igual podemos decir que vivimos hasta la muerte, como que nos estamos muriendo desde que nacemos. Está claro que, con tan canijas ideas acerca de la muerte y de la vida, se nos haga difícil creer que, terminada la vida con la muerte, quede algo más que hacer.
Más cierto es -y más de acuerdo con el Evangelio- que la vida y la muerte, por paradójico que parezca, son dos modos de una misma realidad. En realidad, según Jesús, vivir consiste en ir dando la vida hasta la oblación total en eso que vulgarmente llamamos muerte, pero que, según Jesús, es el acto supremo de la vida (paso de "ésta" a la "otra"); mientras que, según el evangelio, morir es querer vivir mi vida cerrándome a los demás, que es lo que vulgarmente llamamos "aprovechar la vida". Está claro que el que vive dando la vida, no la pierde, la da. Mientras que el que vive sin querer darla, la pierde con la muerte.

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