quarta-feira, 27 de fevereiro de 2008

El segundo escrutinio

El domingo IV de Cuaresma es notable, como se sabe, por diversos motivos: es el domingo "Laetare" -según el título clásico- que anuncia la proximidad de la Pascua, pasada ya la mitad de la Cuarentena; es el segundo domingo de escrutinios, segunda etapa de esta gran experiencia de examen interior y renovador que todos estamos llamados a realizar, en solidaridad con los candidatos al bautismo, incluso si éstos no son visibles en nuestra comunidad, pero que existen ciertamente en la Iglesia, es, en fin, sobre todo en el ciclo A, el domingo "luminoso": las lecturas y la eucología ambientan la celebración en un tono pre-pascual. Por eso, en algunas comunidades se prepara hoy el Cirio pascual, como un elemento más de esta alegría precursora de la Noche santa.
-La liturgia de la palabra
El texto fundamental es el evangelio del ciego de nacimiento, la lectura íntegra del cual es del todo necesaria si se quiere entrar plenamente en la viveza de la narración joánica. Pero centrar la homilía sólo en un aspecto de la narración sería contradecir el uso litúrgico, que escucha el evangelio como el anuncio de aquello que el Señor continúa realizando en los sacramentos de la iniciación cristiana.
En esta ocasión, el texto que acompaña directamente al evangelio no es la primera lectura sino la segunda, del Apóstol, con referencias claramente bautismales. La primera lectura sigue este domingo el itinerario propio de las primeras lecturas de los domingos de Cuaresma: las etapas de la historia salvífica. Al cuarto domingo de Cuaresma corresponde, cada año, una referencia al "reino"; este año, por eso, leemos la narración de la primera unción del rey David: su "elección" por parte de Dios, cuando guardaba los rebaños de su padre. Quizá esta elección de David pueda tener también una referencia catecumenal, en atención a los "elegidos" que se preparan para recibir el bautismo. También el pastoreo de David suscita la imagen del verdadero pastor de Israel, el Señor.
-Síntesis doctrinal
Consideremos aún hoy el prefacio propio de este domingo de escrutinios, y miremos de encontrar el núcleo interpretativo que nos ofrece la liturgia de la Iglesia. El texto se mueve en dos momentos sucesivos, pero íntimamente vinculados: el misterio de Cristo en sí mismo, y la participación sacramental en él. En los dos momentos, el protagonista es "Cristo, Señor nuestro". En los dos momentos, pero la acción de Cristo es vista en función de los hombres.
La primera parte está centrada en el misterio de la encarnación: el Hijo de Dios se ha hecho hombre (No está fuera de lugar recordar que precisamente hoy es el día 25 de marzo, día en que la Iglesia celebra anualmente este misterio, aunque este año, a causa del domingo, se traslade la celebración). La encarnación es vista como una fuerza que conduce hacia la luz, en tanto que la luz-Cristo ha venido a habitar en medio de las tinieblas-linaje humano. El prólogo de san Juan es la referencia de esta idea, y la narración del ciego de nacimiento su verificación. Es interesante notar con qué frecuencia, en la narración, se insiste en hablar de "este hombre" para indicar a Jesús; también es significativa la utilización del barro para dar la vista al ciego, que hace pensar en la narración del Génesis: el hombre "terrenal" es iluminado-recreado por el Enviado, en el bautismo.
Eso nos lleva al segundo momento: el sacramental. Cristo-luz continúa realizando hoy, en la Iglesia, esa iluminación a los hombres, conduciéndolos de las tinieblas a la luz, por medio del baño de regeneración, no como una simple iluminación externa, sino otorgándoles el resplandor de "hijos de adopción": una nueva vida (conviene recordar el tema de la transfiguración). El Hombre nuevo, JC, nos comunica su novedad. El canto litúrgico que san Pablo recoge en la segunda lectura de hoy dice exactamente esto: "Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz". Los cristianos son luz, como Cristo es luz, viviendo entre los hombres, para iluminarlos. El bautismo es "iluminación".
-Aplicaciones
Si el diálogo con la samaritana conducía a "escrutar" las disposiciones interiores para acoger la oferta del Don del Espíritu hecha por Cristo, la narración del ciego de nacimiento conduce a "escrutar" las zonas de nuestra vida que se resisten a la "iluminación" bautismal y permanecen más o menos tenebrosas. Las dificultades que rodean al ciego en su experiencia de iluminado son, por otro lado, indicativas de situaciones paralelas en nuestras vidas: el cristiano se encuentra fácilmente con reacciones de admiración, de contradicción, de exclusión, de interrogación, incluso de desconocimiento ("No es él, pero se le parece"). Hace falta toda la convicción de la fe para mantener el testimonio, y únicamente dejándonos iluminar más y más por el Señor conseguiremos llevar una vida luminosa.
Esta luz es frágil, también en nuestros tiempos. La Cuaresma es el tiempo propicio para alimentarla: con la Palabra de Dios, con la contemplación personal, con los sacramentos de la Eucaristía y de Penitencia. Hoy, en el contexto de la proximidad de la Pascua, habría que subrayar el valor de una celebración individual de la reconciliación, que sea la actualización del juicio que Cristo ha venido a realizar en este mundo: llevar la luz en medio de las tinieblas, y hacer que los hombres nos demos cuenta de cómo necesitamos esta luz para salir de nuestros pecados y llevar una vida cada vez más luminosa. La oración postcomunión expresa precisamente esta petición.
PERE TENA
MISA DOMINICAL 1990/07

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