quarta-feira, 3 de setembro de 2008

6. C/MT. LA COMUNIDAD QUE PRESENTA MATEO.

Hoy y el próximo domingo leemos dos fragmentos del capítulo 18 de Mateo, el "discurso de la comunidad".
En realidad, lo más importante de los dos evangelios no es tanto los temas concretos que tratan (que ya lo son mucho), sino el estilo de comunidad cristiana que presuponen. Porque, uno de los centros de interés básicos de Mateo es precisamente éste: "cuál es el modelo de comunidad cristiana que quiso Jesús? ¿cuáles son los rasgos básicos que debe tener? ¿en qué debe notarse que aquel grupo es una comunidad cristiana, el nuevo pueblo de Dios, el pueblo que realiza ya el proyecto de Dios sobre el mundo? Actualmente, el tema de la evangelización es un tema vivo: el Papa habla con insistencia de la re-evangelización de Europa, por ejemplo. Si leemos el evangelio de Mateo, encontraremos un criterio decisivo para esta evangelización: evangelizaremos cuando los que nos llamamos cristianos mostremos a los que no lo son que nosotros vivimos una vida que merece la pena; evangelizaremos cuando nuestras comunidades cristianas muestren unas relaciones entre las personas y unas relaciones con Dios que den ganas de apuntarse a ellas. En caso contrario, por mucho que prediquemos, no habrá evangelización posible.
LA COMUNIDAD QUE PRESENTA MATEO
¿Qué estilo de comunidad presuponen estos textos del capítulo 18? Ya se ve en el fragmento de hoy: una comunidad en la que pueda ser normal, que ante la infidelidad de uno de sus miembros, otro pueda acercársele e invitarlo a reconsiderar su actuación; una comunidad en la que sea posible tener conciencia colectiva de ser depositarios de la acción y de los criterios de Dios ("todo lo que atéis..."); una comunidad en la que sea normal que algunos de sus miembros tenga a menudo ganas de reunirse para pedir algo juntos a Dios; una comunidad que vive convencida permanentemente de que Jesús los mueve y está en medio de ellos.
Nuestras comunidades parroquiales quedan lejos de todo esto, y leer este evangelio puede ser quizá motivo de angustia. Tampoco irá mal, algo de angustia... Y tampoco irá mal, darse cuenta de que el proyecto de Jesús no es el que nosotros vivimos. Porque, de entrada, ahí hay un problema sociológico: el evangelio de hoy presupone que todos los miembros de la comunidad se conocen, o por lo menos no les resulta difícil conocerse. Y presupone también que el cristiano normal es cristiano militante, cristiano de fe firme y vivida y compartida, sin que resulte imaginable aquí un cristiano que reduzca su fe simplemente a la misa dominical. Este hecho sociológico realmente cambia nuestras perspectivas, y nos obliga a un notable esfuerzo de adaptación, porque si bien no se trata tampoco de decir que los cristianos no militantes son indignos de llamarse cristianos, sí hay que recordar que el proyecto de Jesús pide mucha intensidad, y que sin esa intensidad todo resulta muy inconsciente y muy poco evangelizador.
¿QUE PODEMOS CONCRETAR?
La homilía de hoy no puede limitarse a una lamentación sobre la degradación del vigor cristiano de los primeros tiempos. Algunas concreciones posibles serían las siguientes:
1. Ser conscientes de cual es el proyecto de comunidad de Jesús, y de su importancia para la evangelización. Es importante explicarse esto.
2. Todo esfuerzo que se haga por crear grupos, comunidades, movimientos, en los que se puedan vivir relaciones más personalizadas y en los que sea posible ayudarse de verdad en el crecimiento cristiano, siempre será poco. Es el gran reto de este momento. Hay que favorecer esta creación de grupos y comunidades, evitando el egoísmo de poner todo el interés tan sólo en reclutar gente para las tareas parroquiales.
3. Como parroquia, habría que trabajar también para lograr unas relaciones más intensas, especialmente entre los cristianos más activos. No sólo para "crear ambiente", sino para "crear ambiente para reforzar una verdadera fe, una verdadera caridad, y un verdadero testimonio de apertura a los pobres". Y, al mismo tiempo, asegurar un clima abierto y acogedor hacia los no activos y los ocasionales.
4. Hay que estimular la corrección fraterna, pero en la medida en que se corresponda a una verdadera relación cristiana y comunitaria.
5. Y tenemos que aprender más a rezar juntos y a creer más en la presencia de Jesucristo en medio de nosotros.

(J. LLIGADAS MISA DOMINICAL 1990/17)

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