sexta-feira, 27 de julho de 2007

COMISIÓN EPISCOPAL DE LITURGIA PERU

Las lecturas que nos propone este domingo, son una invitación a la confianza en Dios, una invitación a tenerlo muy presente en nuestras vidas y a ser capaces de presentarle sin temor nuestros deseos, nuestras preocupaciones y necesidades.
El poder contar con Dios, no quiere decir que tengamos que esperar que él nos resuelva todos los problemas y menos aún que se ponga a favor de nuestros pequeños intereses. Pero sí quiere decir que él nos da la mano en nuestro caminar, nos da fuerza y valor. Es tener a alguien al lado que no nos deja nunca, es poder vivir todo acontecimiento, por duro que sea, acompañado por un amor muy grande, pleno, infinito.
Sería un mal signo que a Dios le pidiéramos solo ayuda y fuerza para nuestras angustias y problemas personales; es por esa razón que el Señor nos deja la oración del Padre Nuestro como modelo perfecto de cómo y con qué actitud debemos dirigirnos a Dios.
En el Padre Nuestro, Jesús nos invita a ser amplios en nuestros deseos y anhelos en la oración. En él se nos presenta lo que debe ser el gran anhelo cristiano: que Dios y su amor estén presentes en nuestras vidas y en el corazón de todos los hombres. En él pedimos que el mundo sea como Jesús lo quiere: que el amor y la fraternidad sean lo que marquen la vida de los hombres y nadie quede al margen de una vida digna; que a nadie falte el alimento de cada día y tampoco el alimento del espíritu, todo aquello que nos ayuda a crecer como personas y como creyentes. Por último, el Padre Nuestro nos hace mirar nuestra realidad débil y pecadora, recordándonos lo importante que es mantenernos en oración para no caer en la tentación.
Jesús nos enseña a pedir confiadamente a Dios que es Padre, amigo y compañero de camino.

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