sexta-feira, 27 de julho de 2007

PETICION/ORACION PATER: CONTENIDO DOCTRINAL Y ACTUALIZACIÓN

La plegaria de petición es objeto, muchas veces, de equívocos, y de acusaciones de ser poco cristiana. Por lo que respecta a ese último punto, queda contestado con las palabras del Padrenuestro: Jesús nos enseñó a orar "pidiendo" cosas. Y la actitud de todo hombre ante Dios, en cualquiera de las experiencias religiosas de la humanidad, es la de alguien que reconoce su limitación y pide al Otro que se acuerde de él, que lo fortalezca, que lo ayude, a él y a cuantos él ama. La actitud del hombre cristiano, ¿cuál puede ser sino ésta? El cristiano es la persona que, en la fe, vive más fuertemente el sentido de la gratuidad de Dios; por ello su petición fundamental es que Dios mismo esté siempre con él: "¡Venga tu Reino!" O, como dice Jesús según el evangelio de Lucas: "el Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden". La gran petición del cristiano es la "epíclesis", la invocación del Espíritu.
Pero quizás donde puedan formularse las acusaciones, y originarse los equívocos, sea en el campo de las realidades temporales.
Cierto: uno puede hacer una imagen de Dios que actúa en relación con el mundo como si éste fuera un ordenador: todo planificado, todo funciona..., pero en un momento determinado se puede intervenir para corregir el programa, "si uno tiene mucha influencia...", en beneficio de éste o de aquel otro. Esta imagen de Dios desnaturaliza la oración de petición cristiana. No se trata de negar que Dios pueda hacer "signos" de su presencia incluso en las cosas naturales; tendríamos aquí los milagros, que son un testimonio claro de la creación. Pero los milagros no están asegurados por la promesa de Jesús: "Pedid y se os dará".
Lo que está asegurado es que Dios da, se deja encontrar, y abre a quien llama a su puerta. ¿Qué da? La comunión con él, la fidelidad a su voluntad, su Espíritu Santo, como bien fundamental y definitivo que está en la raíz de todo otro bien que legítimamente el hombre puede desear, para él y para los demás.
Hay también otro aspecto, muy profundo, y bien subrayado en una breve homilía del cardenal Ratzinger: el cristiano que ora para que se cumpla la voluntad de Dios, salva la ciudad, porque la ciudad se pierde por falta de justicia. Esta consideración abre los ojos a la plegaria de petición por tantas cosas que dependen de los hombres: la paz, el hambre, la justicia, la libertad, la convivencia y el respeto... Y, en el campo más eclesial, las vocaciones al ministerio y a la vida consagrada, el progreso de las iniciativas apostólicas, etc. Por este camino entramos en la comprensión de que, finalmente, es cierto que siempre pedimos el Espíritu Santo, para que llegue a ser acogida su inspiración en el corazón de los hombres.
La insistencia en la plegaria, subrayada también por Jesús, indica la confianza, y el trabajo personal que debe acompañar a la plegaria. La plegaria de petición no puede ser un recurso intermitente e interesado en los momentos en que se hace imprescindible un S.O.S. La oración de petición se enmarca en una vida de fidelidad a Dios, toda ella empapada por el Padrenuestro.
Tal como san Lucas lo introduce, el Padrenuestro, es el reflejo de la oración de Jesús ("estaba Jesús orando en cierto lugar..."), y por tanto la expresión de una actitud ante Dios a imagen de la de Jesús. Es una oración "profética", que surge hacia Dios en el corazón de la vida.
REFERENCIA SACRAMENTAL Y LITÚRGICA
Es evidente que la aplicación espontánea -en el interior de la celebración- es el sentido de la oración universal o de los fieles. Esta es claramente una oración de petición y de intercesión, entre otras oraciones que también se hacen durante la celebración: p.e., la colecta. Hoy sería una buena ocasión para explicar las cuatro grandes áreas de la oración de los fieles (cfr. Ordenación general del misal romano, 45-47), y compararlas con la plegaria de Abrahán y con el Padrenuestro.
Igualmente, sería bueno destacar de qué forma esta petición que la iglesia hace la manifiesta a sí misma como comprometida a la fidelidad al Señor y al trabajo en favor de los hombres.
Si se quiere subrayar más el texto evangélico, podría acentuarse la seguridad con que la iglesia invoca el Espíritu Santo, en la celebración eucarística. Aquí, ciertamente, Dios escucha siempre la plegaria, tal como nos dijo Jesucristo: "Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo concederá". Por eso, jamás deja Dios de dar a su Iglesia el Espíritu Santo para que todos los que participen del Cuerpo y Sangre de Cristo sean un solo cuerpo y un solo espíritu. (Cfr. Plegaria eucarística III).
PERE TENAMISA DOMINICAL 1983, 14

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