quarta-feira, 5 de março de 2008

DOMINGO V DE CUARESMA - CICLO A

-El tercer escrutinio
Los tres momentos de la fe -conversión, iluminación, comunión- quedan claramente destacados a través de los tres domingos de escrutinios. La samaritana es, sobre todo, conversión; el ciego de nacimiento es iluminación; la resurrección de Lázaro destaca la vida nueva que nos viene de la comunión con el Señor muerto y resucitado.
La característica de esta quincena que se inicia con el quinto domingo de Cuaresma, en la liturgia romana, es la atención intensificada hacia el misterio de la pasión del Señor. La cruz de Cristo se va convirtiendo progresivamente en el único centro de atención, sea en las lecturas feriales, sea en los textos eucológicos (vean p.e. la colecta de este domingo), sea en la liturgia de las Horas (vean la posibilidad, a tener en cuenta, de recitar los himnos de Semana Santa -"Vexilla Regis"- ya durante esta V semana), sea en el uso del prefacio I de Pasión.
Desde la perspectiva del itinerario catecumenal, esta contemplación de la cruz de Cristo es decididamente vivificante: por la comunión con la cruz y la sepultura de Cristo, realizada sacramentalmente en el bautismo, el neófito entra -nosotros hemos entrado un día- en la vida nueva, escondida con Cristo en Dios.
El tema sacramental, por tanto, es tan intenso como el de la cruz, y eso hace que los dos se iluminen mutuamente. (...)
-Síntesis doctrinal
El esquema del prefacio, como en los domingos anteriores, vuelve a situarnos en el paralelismo de la humanidad y la divinidad de Cristo (a la samaritana le pide agua y le da el fuego del Espíritu; al linaje humano lo ilumina haciéndose hombre y comunicando a los hombres la adopción de los hijos de Dios): como hombre llora a Lázaro, como Dios eterno le hace levantar del sepulcro. Es interesante comprobar, ahora, como toda la Cuaresma ha sido una prolongación de las dos imágenes iniciales de Cristo: el hombre que ayuna y es tentado en el desierto es, verdaderamente, el Hijo de Dios que hay que escuchar, por voluntad del Padre.
Correlativamente a esto el prefacio de este domingo, como el del domingo IV, y más aún que aquél, acentúa el elemento sacramental: la palabra poderosa de Cristo, con la fuerza del Espíritu, resuena todavía en la Iglesia, en la celebración de los sacramentos. En el fondo de esta acción permanente de Cristo y del Espíritu, se encuentra la misma realidad que hemos cantado en el salmo responsorial: la misericordia de Dios hacia los hombres ("humani generis miseratus", compadecido del linaje humano). Los sacramentos adquieren, de esta manera, la condición de manifestaciones de la misericordia de Dios. En la proximidad de la gran fiesta de los sacramentos -la Noche de Pascua- es bueno acentuar esta realidad en la celebración de la Eucaristía de hoy.
-Aplicaciones
Una primera aplicación podría continuar la línea propia de esta Cuaresma: rehacer el itinerario de nuestra iniciación cristiana comporta darse cuenta, en profunda y sincera acción de gracias, de lo que significa el don de la vida nueva en Cristo, que Él nos comunica por los sacramentos de la Iglesia. En primer lugar, la Eucaristía. Un comentario a la postcomunión de este domingo nos ayudará a visibilizar la fuerza transformadora en Cuerpo de Cristo que nos viene de la comunión con su Cuerpo. Lo decimos, también, a menudo, en la plegaria eucarística III. Es cierto que también en la fe viva nos unimos al misterio de Cristo; pero cuando recibimos los sacramentos, es algo más lo que sucede: el Señor toma la iniciativa y sale a nuestro encuentro, con una oferta en visibilidad sacramental de aquello que constituye el centro de nuestra fe.
CZ/VICTORIA. Una segunda aplicación puede ser invitar a contemplar la fuerza vital de la cruz de Cristo. Durante esta semana, en el prefacio, repetiremos las palabras tomadas de una homilía de san León Magno: "por la fuerza de la cruz, el mundo es juzgado como reo y el Crucificado exaltado como juez poderoso". La cruz, para los cristianos es sobre todo, el "árbol de la vida", aunque esté teñida de sangre. Es muy importante que no separemos la cruz de la victoria, ni la victoria de la cruz. La Pascua es todo el misterio. Invitemos con entusiasmo y convicción a celebrar este misterio, con toda la Iglesia, con los sacramentos de la Iglesia. Invitemos a preparar su celebración.
(PERE TENAMISA DOMINICAL 1990/07

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