quinta-feira, 17 de abril de 2008

DOMINGO V DE PASCUA - CICLO A (IGNACIO OÑATIBIA)

Nada tiene de extraño que el tema de la Iglesia aflore con fuerza e insistencia en los "domingos de Pascua". Aparte la natural y estrecha vinculación del misterio de la Iglesia con el misterio pascual (la Iglesia, sacramento de la Pascua), está el hecho, litúrgicamente importante (documentado ya desde los tiempos del Crisóstomo y de Agustín), de la lectura de los Hechos de los Apóstoles durante la cincuentena pascual. Se narran los orígenes de la Iglesia; la selección de los domingos ofrece, en cada uno de los ciclos, a modo de un álbum de fotos de familia de la primera comunidad cristiana. Se pone de relieve que la vida de la Iglesia arranca del misterio pascual.
Pero este domingo son las tres lecturas las que se prestan a un tratamiento eclesiológico. Permiten proponer tres aspectos complementarios del misterio de la Iglesia, siempre en relación con la perspectiva pascual obligada en este tiempo.
-LA IGLESIA, TEMPLO ESPIRITUAL:
I/TEMPLO En la segunda lectura, san Pedro nos ofrece una de las más bellas descripciones de la Iglesia, pueblo sacerdotal, templo de Dios. Es una construcción "espiritual", no en el sentido de realidad "invisible", sino por estar construida y habitada por el Espíritu (cf. 1 Co 3. 15): la cohesión mutua de las piedras vivas que la conforman es obra del Espíritu.
Estas piedras vivas "entran en la construcción del templo del Espíritu" por el sacramento del Bautismo, primera experiencia pascual del cristiano, que lo deja marcado para toda la vida. No olvidemos que el tiempo pascual es el tiempo de los sacramentos de la iniciación cristiana, que definen la condición del cristiano como comunión con la Pascua del Señor. Sin apartarse de la imagen y del texto de Pedro, cabe hablar del origen pascual de esta construcción espiritual que es la Iglesia: descansa sobre "la piedra escogida y preciosa" que los constructores desecharon, el Señor Jesús, a quien crucificaron los hombres, pero Dios hizo "piedra angular" de la Iglesia (cf.Ef/02/20-22). "Nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es JC" (1Co/03/11). La Iglesia es "un pueblo adquirido por Dios": lo adquirió con la sangre de su Hijo (cf.Hch 20. 22).
Estamos ante un lugar clásico para la doctrina del sacerdocio común de los bautizados; no la podemos dejar pasar inadvertida.
La Iglesia es esa porción de la humanidad que Dios ha escogido para que le rinda culto en Espíritu y en Verdad. Su triple función -sacerdotal, regia y profética- está suficientemente apuntada en el texto: "ofrecer sacrificios espirituales", "proclamar las hazañas del que nos llamó". También su dependencia radical de JC, único Sumo Sacerdote y Mediador: así como el pueblo de Israel fue constituido nación sacerdotal delante de la roca del Sinaí sobre la cual se había celebrado el sacrificio ritual de la Alianza, el nuevo pueblo es consagrado sacerdote en torno a otra roca, Cristo, sobre la cual "ofrece los sacrificios espirituales que Dios acepta por JC".
-LA IGLESIA, UNA ESTRUCTURA DE SERVICIOS:
I/CRISIS:
La primera lectura nos orienta hacia otra faceta del misterio de la Iglesia. Nos la muestra como una sociedad humana, compuesta por hombres y mujeres normales. Asistimos a la primera crisis (crisis de crecimiento: "al crecer el número de los discípulos") y a las primeras tensiones (entre el grupo de los "helenistas", que hablaban griego, y el grupo de los "hebreos", que hablaban arameo y leían la biblia en hebreo).
La comunidad cristiana primitiva solucionó aquel problema organizando mejor entre sus miembros el servicio, la "diakonía".
En el "pueblo del Servidor de Yahvé" todo ha de entenderse como servicio humilde (el número siete era para los griegos símbolo de universalidad, como lo era el número doce para los judíos). En la Iglesia de Cristo todo es servicio: servicio de la Palabra, servicio de la oración, servicio de las mesas. Todos son "servidores" -"diakonoi"-, empezando por los responsables de la comunidad. De una manera u otra, todos están al servicio de la comunión. El modelo supremo, la referencia última obligada, es el gran Acto de Servicio que realizó en la cruz aquél que "no vino para que le sirvieran, sino para servir y dar su vida en rescate por todos" (Mc/10/05). A partir de aquel momento, en la Iglesia el servicio no se practica como un gesto aislado, sino como estilo de vida.
-LA IGLESIA, SACRAMENTO DEL REINO:
I/SO/DEL-RD El pasaje evangélico está enteramente proyectado hacia las "estancias del cielo". Por continuidad con los dos puntos anteriores, cabe interpretarlo también en clave eclesiológica. Así la Iglesia aparece como un pueblo en marcha hacia la casa del Padre, guiada por el Hijo resucitado. Su gran esperanza es volver a estar con su Señor, que ha llegado a la comunión total con el Padre. Su destino último y definitivo es entrar también ella en la familiaridad perfecta con Dios ("morada", en el lenguaje de Juan, es expresión de comunión con Cristo y con Dios). La Iglesia ya "ha sido iniciada en los misterios de tu Reino" (postcomunión), gracias a los sacramentos pascuales de la iniciación cristiana. Está llamada a "vivir, ya desde ahora, la novedad de la vida eterna" (ibidem) y a convertirse, para los hombres, en sacramento del Reino, de suerte que su vida "sea manifestación y testimonio de esta realidad que conocemos" (oración sobre las ofrendas).
MISA DOMINICAL 1990/10

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