quarta-feira, 23 de abril de 2008

DOMINGO VI DE PASCUA - CICLO A (IGNACIO OÑATIBIAMISA)

ES/EPICLESIS I/MISION.
En el evangelio Jesús promete a sus discípulos el envío del Espíritu, como lenitivo a la tristeza que percibe en ellos por el anuncio de su inminente partida. Viene a decirles que su "paso al Padre" no significa "vacío" ni "ausencia". Su presencia entre los suyos está asegurada aún después de su marcha: "No os dejaré desamparados, volveré... Yo estoy con mi Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros". Esta promesa viene a renglón seguido de la afirmación: "Yo pediré al Padre que os dé otro Defensor, que esté siempre con vosotros". Hay conexión entre ambas promesas.
En efecto, la función del Espíritu Santo en la etapa presente de la Historia no es hacer las veces de Cristo ni llevar a término su obra. Él no es el sucesor de Cristo, sino su representante (en el sentido fuerte de la palabra): el encargado de asegurar la presencia permanente de la Persona de Cristo en su Iglesia y de que su obra de salvación vaya siendo interiorizada y asimilada por sus seguidores. Gracias al Espíritu, la resurrección ha significado para Jesús la posibilidad de una forma nueva, más profunda y perfecta, de hacerse presente a los suyos.
Quizás haya lugar para insistir, al hilo de las reflexiones precedentes, en lo que significa de seguridad para la Iglesia esta promesa del "Otro Defensor". La primera lectura nos ofrece también un punto de apoyo para ello (narra como una Pentecostés en miniatura, que viene a sellar la fundación de la Iglesia en Samaría), La Iglesia sabe que depende enteramente del Espíritu para cumplir su misión entre los hombres. De ahí la presencia, explícita o implícita, de una epiclesis o invocación al E. S. en toda celebración sacramental.
-El Espíritu que empuja a la misión
Son sintomáticas las dos alusiones al E.S. en la primera lectura, que narra la primera expansión misionera de la Iglesia, en la comunidad "herética" de Samaría, fuera de los confines del judaísmo. Vemos a Felipe, conducido por el E.S., dar testimonio de la Resurrección con la fuerza del E. que recibiera por la imposición de las manos. Por otra parte, para san Pedro (segunda lectura) dar testimonio de la fe, "dar razón de nuestra esperanza a todo el que nos la pidiere" y proclamar el misterio pascual vienen a ser casi sinónimos. El Señor resucitado es la única razón de vivir de los creyentes. En la colecta pedimos poder "manifestar en nuestras obras los misterios que estamos celebrando en estos días de alegría en honor de Cristo resucitado".
DOMINICAL 1990/11

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