quarta-feira, 23 de maio de 2007

EL ESPIRITU DE DIOS

La fiesta de Pentecostés es la fiesta culminante del calendario cristiano. En ella conmemoramos el cumplimiento de las promesas de Dios, el coronamiento de la obra de Jesús, la adquisición más alta posible del hombre sobre la tierra.
El Espíritu Santo es la tercera persona de la Trinidad Santa, el Amor infinito de Dios, por el que Dios sale de Sí mismo, levanta de la nada la creación entera, nos da la vida y quiere asociarnos al gozo de su vida eterna.
El Espíritu de Dios, que es amor infinito y omnipotente, es el autor de la misteriosa encarnación del Hijo de Dios hecho hombre en el seno de la Virgen María. El Espíritu de Dios, el amor de Dios actuante en su corazón de hombre, guiaba a Jesús en su vida, para anunciar la presencia y los dones de Dios. Y el Espíritu de Dios, como síntesis de la vida divina y de la comunión espiritual y vital con Dios, fue la gran promesa de Jesús a sus discípulos: Os conviene que yo me vaya, cuando creáis de verdad en Mí recibiréis el Espíritu Santo de Dios, El os hará comprender lo que ahora no podéis entender, El os dará fortaleza para vivir santamente, El os sostendrá en las dificultades y os ayudará a ser mis testigos, El será el lazo de unión con Dios y con los hermanos, que os vivificará y glorificará para siempre en la gloria de Dios, Padre mío y Padre vuestro.
Este don universal de Dios hace que los hombres, venidos de mil puntos distintos y lejanos, podamos participar de una misma vida, que todos nos encontramos en ese punto de encuentro universal que es la vida de Jesús. El Espíritu de Dios, presente y operante en nuestros corazones, hace que todos los pueblos sean un solo pueblo, que todos podamos entendernos y vivir en paz y unidad, a pesar de las diferentes lenguas, razas y culturas. Dios nos ama a todos y con el abrazo universal de su amor nos acerca, nos reúne, y nos hace verdaderamente hermanos en la medida en que recibimos un mismo Don y una misma Vida.
Esto es lo que creemos y lo que tenemos que vivir como cristianos. Contra esta maravilla de la revelación y la donación de Dios, pueden muy poco las insidias y las calumnias y los menosprecios que tengamos que soportar. Aquí está el origen y la fuente inagotable de nuestra alegría y de nuestra fortaleza. Con San Pablo, los cristianos podemos decir “Quién podrá quitarnos el amor de Dios? Y si nadie nos puede quitar este don precioso del Espíritu de Dios ¿qué importa lo que digan o lo que no digan de nosotros? En El y por El somos fuertes y estamos felices. Esta es la verdad y la grandeza de nuestra esperanza y de nuestra vida.

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